“Samantha”
Heitor me dejó en la oficina el lunes por la mañana. Nuestro fin de semana fue muy bueno, menos la parte del desagradable padre de él, que dejó a Heitor muy tenso y distraído. Pero, aun así, me colmó de atención y hasta me hizo olvidar la carta que había recibido. No quería preocupar a Heitor con eso. Me di cuenta de lo mucho que su padre lo ponía nervioso y no quise darle otro motivo de estrés.
Entré a la oficina con la misión de reunir a todos los que trabajaban en la planta de la presidencia. Alessandro me había dicho que Catarina regresaba y quería anunciarlo a todos para evitar que preguntaran sobre el motivo de la salida de Cata. Entonces, cuando llegué a la planta empecé a reunir a todos.
— ¿Qué pasó ahora, perra? — Me preguntó Celeste llamándome con el apodo nada cariñoso que me había puesto. Cuando estábamos solas, me llamaba perra y yo la llamaba puta.
— Órdenes del jefe, puta. Solo acéptalas y haz lo que te mandan, ¡las putas son pagadas para eso! — Sonreí con