Al día siguiente nos despertamos temprano. El olorcito del café que mi madre preparaba en la cocina invadía todas las habitaciones de la casa. Pedrito estaba eufórico y mi padre lo tomó y lo llevó hasta el pequeño corral para ordeñar la vaca. Cuando regresaron mi hijo tenía un bigotito de leche y una tacita esmaltada azul en la mano.
Nos sentamos y tomamos el café escuchando a los pajaritos cantar. La casa era muy confortable y grande. Tenía ventanas enormes y el aire fresco de la mañana entraba por ellas junto con la luz del sol.
Salimos a dar una vuelta y la propiedad tenía un buen tamaño. Era suficiente para un huerto bastante variado, una huerta con todo tipo de vegetales y hortalizas, un corral con una vaca, un chiquero con dos cerdos y un gallinero con muchas gallinas. Pedrito se divirtió recogiendo los huevos con mi madre.
En el frente de la casa había un jardín lleno de flores coloridas y un pequeño lago donde una familia de patos se divertía con el agua. La casa estaba rode