El viernes, Melissa, Pedro y yo tomamos un vuelo a Campanario. Cuando llegamos, el chofer de la familia de Melissa ya nos esperaba y me llevó hasta la finca de mis padres, ellos nos estaban esperando. Me despedí de mi amiga y acordamos que al día siguiente ella vendría a vernos.
— ¡Hija! —Mi madre vino corriendo a abrazarme y ya estaba llorando.
— ¡Mamá, me estaba muriendo de nostalgia!
— ¿Y el bebé de la abuela? Ven acá, mi precioso. —Mi madre tomó a Pedro de mis brazos y aproveché para abrazar a mi padre.
— Mi hija, ¡qué bueno tenerlos a los dos en casa!
— Gracias, papá. Es muy bueno estar aquí.
— Vamos a entrar, ya es de noche, mañana conocerán la finca. —Mi padre estaba claramente entusiasmado con la finca.
Entramos y mi madre ya tenía la cena en la mesa, nos sentamos e hicimos la comida juntos. Cómo extrañaba estar con ellos. Pedro se durmió en el regazo de la abuela, que lo puso en la cama y se sentó en la sala con mi padre y yo.
— Entonces, Catarina, ¿cómo está tu vida e