CAPÍTULO 8. De un contrato a condiciones de supervivencia
CAPÍTULO 8. De un contrato a condiciones de supervivencia
Cuando Maggie abrió los ojos, no supo si seguía viva o si se había reencarnado en alguna comedia absurda. Lo primero que vio fue el techo blanco del despacho. Lo segundo, la cara de Jackson. Esa cara, con una expresión tan tensa que parecía que se había tragado un palo de cricket.
—¡Diablos, no fue una pesadilla! —murmuró ella, con la voz ronca.
—La realidad es mucho peor, así que déjame repetírtelo sin anestesia: Tenemos que casarnos.
Maggie soltó una risa sarcástica.
—Te va a salir más barato si me atropellas con tu Roll Royce. Unos añitos de cárcel ¡y listo! ¡Libre como el viento!
—La idea ya me cruzó la mente, pero así también perdería mi herencia y ni tú vales tanto, Margaret.
—¡Que no me digas así…! —pero Maggie se detuvo analizando aquellas palabras. Se sentó cruzándose de brazos y le sonrió con sorna—. Entonces eso es. ¿Te van a desheredar por el escándalo? —sonrió sin poder evitarlo—. ¿Y exactamente qué te hace pensar