CAPÍTULO 11. De un silencio pensativo a una cuenta abierta
CAPÍTULO 11. De un silencio pensativo a una cuenta abierta
La distinguida señora Wyndham parecía a punto de tener un colapso, y Maggie definitivamente lo habría disfrutado, pero en ese momento Jackson se acercó con el coche y ella cerró la boca de un tirón para que su hijo no escuchara nada.
—¿Nos vamos? —preguntó Jackson sin mirar a su madre.
Sabía que ya no había nada que hacer, que la mujer siempre tendría una opinión más “ilustre” que cualquier otra y esa era una de las cosas que siempre había estado jodiéndole la vida aunque ni siquiera imaginara cuánto.
—Sí —respondió Maggie con un tono de “me largo de aquí antes de que explote algo”.
Caminaron juntos hacia la salida, pero Maggie no podía dejar de notar que la mirada de la señora Wyndham la seguía como un láser. Ya en el coche, el silencio se alargó hasta el punto de volverse incómodo, y para cuando llegaron al departamento, Jackson se sintió obligado a romperlo.
—¿Por qué tan ensimismada? —le preguntó en tono bajo—. Me trago t