Constanza
Damon me lleva a un pasillo estrecho que conduce a los baños. Por más que intento resistirme, no puedo impedir que me bese con tanta pasión que me nace el deseo espantoso de olvidarlo todo.
—Te amo, pequeña —me susurra, bajando a mi cuello.
—Y yo a ti —gimo, echando la cabeza hacia atrás—. Te extraño, te extraño tanto.
—Y yo a ti —murmura con voz temblorosa—. Constanza, deja de pelear contra lo que sientes.
—No puedo —sollozo—. No puedo elegirte sin destruirnos. Cillian es…
—No tienes que elegir a ninguno de los dos. Te he repetido hasta el cansancio que podemos…
—¿Qué clase de ejemplo sería ese para nuestro hijo? —le suelto entre lágrimas—. Él pensará que soy una puta, una inmoral, una sinvergüenza.
—No lo eres —susurra, besando mi frente—. Los dos te hicimos daño a nuestra manera, pero no tienes por qué sufrir.
—No me importa lo que yo sea, pero sí que mi hijo se pueda sentir orgulloso de tener una madre con principios —mascullo—. Sé que será una puesta en escena, pero al m