Constanza
Me toma algunos minutos recobrarme de lo que acaba de pasar, pero logro serenarme y perfumarme lo suficiente para disimular el aroma a sexo que aún tengo en la piel.
Cillian ha sido cuidadoso y no me ha dejado marcas, pero al verme en el espejo noto, para mi desgracia, que mi rostro está radiante. El sexo con él siempre me deja una belleza extra que se refleja en mi cara.
—¿Qué vamos a hacer contigo, Cillian? —susurro, con una sonrisa traviesa—. Deberías estar en un maldito psiquiátrico.
Después de vestirme, salgo del vestidor y la frescura que acaricia mi piel despeja un poco mi mente. Nadie parece haberse enterado de lo que ocurrió adentro, o si lo notaron, prefieren callarlo.
—¿Eligió ya su ropa, señorita? —me pregunta la dependienta—. Aquí tengo lo que…
—Sí, cariño, ya —la interrumpo con una sonrisa dulce—. Todo me encantó. ¿Mi esposo no ha regresado aún?
—No, señora, no ha vuelto —dice tranquilamente—. Puede esperarlo en…
—No, no, yo pagaré las cosas. Seguramente se dist