Cillian
—Debe tranquilizarse, señor Davenport —advierte el doctor, tras revisar mi presión—. No solo tiene la glucosa alterada, también la presión está por encima de lo normal.
—Sí, me lo imaginaba —digo, restándole importancia.
—¿Y lo dices así como si nada, tío? —me reclama Damon, incrédulo—. No eres cualquier persona, eres el presidente de la nación.
—No por mucho —le recuerdo—. Además, si algo me pasara, Rogers se ocupará.
—Pero Rogers no puede sustituir tu lugar en la familia —replica mi sobrino—. Además, le vas a causar un gran dolor a Olive y a los demás. ¿De verdad quieres eso?
Sonrío, conteniendo una carcajada. La última persona que lamentaría mi muerte es ella. Incluso estoy seguro de que bailaría sobre mi tumba.
—De acuerdo, seguiré el tratamiento —miento con una sonrisa cansada.
—El tratamiento no basta, señor Davenport —advierte el doctor—. Necesita cuidar sus hábitos y controlar el estrés.
—¿Cree que puedo darme ese lujo con el trabajo que tengo? —resoplo—. ¿No ve las not