“Samantha”
- Vaya, menos mal que hoy es domingo y el centro comercial cierra temprano. – dijo Manu cuando nos encontramos en la puerta de la tienda donde trabajaba.
- Ni lo digas, Manu, ¡me duelen los pies! –respondí poniendo cara de dolor.
- Y hoy no tenemos transporte, Pablo no está trabajando. – Manu me advirtió.
- Bien por él. Él ha sido muy amable con nosotros.
- Y aún más. Él es un chico muy agradable. ¿Quieres compartir un taxi? Estoy súper cansado de coger el autobús. – Manu me propuso y le di gracias a Dios.
-Yo pago el taxi, Manuzinha. Yo también estoy muerto. – Nos fuimos riendo.
Cuando pasamos por la puerta estábamos rodeados por Rómulo. Tenía una sonrisa cínica en su cara. No me había dado cuenta que estaba allí. Se detuvo frente a mí y me agarró el brazo.
- Vamos, Samantha, te llevaré a casa y podremos aprovechar para hablar. – Rómulo habló como si me estuviera dando una orden.
-Rómulo, déjame ir. No tengo nada que hablar contigo. – respondí.
—Por supuesto que sí, querid