La sala de juegos de Patricia era realmente increíble; era como entrar en un casino de Las Vegas. Muchas luces, ruleta, mesas de cartas, juegos de arcade, máquinas tragamonedas; en fin, una multitud de juegos. Todo estaba muy elegante y organizado.
—Bienvenidos a mi humilde residencia —dijo Patrício con una reverencia exagerada.
—No seas presumido, Patrício, tu casa es todo menos humilde. Esto es una exageración para alguien que vive solo —interrumpió Samantha.
—Es que me gusta invitar amigos a casa, Sam —dijo Patrício—. Bueno, unas copas en la barra, ponte cómodo. Ya pedí algo de comer. Sentémonos y disfrutemos de la noche.
—¿Seguimos jugando al blackjack? —preguntó Ángel y todos asintieron.
Patricia cogió las fichas, las barajas y preparó la mesa. Cada uno tomó su bebida y nos sentamos a jugar. El juego fluía fluido y divertido hasta que recibimos un mensaje de Virginia.
"Está a punto de empezar".
—¡Ay, chicos! Estas apuestas son muy aburridas. ¿Qué opinan de mejorar el juego? —dijo