Cuando sentí una mano tocándome, ya sabía quién era. Todo mi cuerpo se estremeció con el toque de Alessandro. Pronto, oí detrás de mí:
—¿Pero otra vez, Taís? ¿Ahora cada vez que te veo, estás rodeada de este grupo de hombres adultos? —gritó Rick y nos reímos a carcajadas.
—¡Oh, pero te haces la lista, ¿verdad? —dijo Alessandro, poniéndome la mano en el hombro—. ¡Lo hiciste a propósito!
—¡Nadie te llamó! —respondió Mel sin siquiera mirar a Nando a la cara.
—¿Ah, no? ¿Así que mi esposa pasó por casa y me dijo exactamente dónde y a qué hora iba solo porque quería que lo supiera? —resopló Rick.
—Solo te salvé de volver a buscarme, pero en ningún momento te invité a ti ni a tus amiguitos —respondió Taís.
Levy y sus amigos parecían disfrutar de la incomodidad de los demás. Entonces a Ángel se le ocurrió una gran idea.
—Ya que estamos todos aquí, sentémonos y pasémoslo bien. Juguemos al blackjack, bebamos y charlemos. ¿Qué les parece, caballeros?
—Si quieren nuestra compañía, más les vale ac