Al día siguiente nos despertamos con el delicioso aroma a café. Lygia ya nos había puesto una mesa preciosa. Dormimos todos tumbados en los colchones de la sala; había sido muy divertido pasar ese rato entre mujeres.
Pedrinho llegó corriendo y se interpuso entre nosotros, riendo y charlando con todas las chicas, que querían cogerlo en brazos y mimarlo. Nos levantamos y vimos la fila para el baño, un montón de charlas y bromas, como un grupo de adolescentes, lo cual fue muy divertido. Después de prepararnos, mi hijo y yo, fuimos a desayunar.
Estábamos riendo y hablando de karaoke cuando sonó el móvil de Virginia en la mesa y contestó con el altavoz.
—¡Buenos días, hermanito! ¿Dormiste bien?
—¡Muy bien, chiquitín! —respondió Levy de buen humor—. ¿Sigues en casa de Catarina?
—Sí, me quedaré aquí un rato más y después de comer me voy a casa, ¿por qué?
—Mira, chiquita, tus amiguitos nos arruinaron la noche anoche, así que los chicos y yo pensamos que podrías compensarnos. —dijo Levy con vo