“Alessandro”
Doña Margarida acababa de empezar a desvelar sus secretos, como dicen, y aún no le había contado lo peor.
—Hace mucho que descubrí que Celeste y Junqueira son amantes. —Cuando lo oí, me quedé boquiabierta. —Llevan unos diez años en esta relación indecente. Lo descubrí por casualidad, un día los pillé besándose en la escalera de incendios. Me pareció horrible, ambos están casados. Pero no era asunto mío, es su vida privada. Siempre los pillo besándose o ella llamándolo. No saben que lo sé, nunca me han visto y, además, solo soy la camarera, soy invisible, ¿sabes?
—Ni para mí, doña Margarida, ni para Patrício y Mari, ¿sabes? —Le tomé la mano.
—Sí, lo sé, hijo mío. ¡Te cambié los pañales! —Sonrió—. Catarina y Rick también me tratan muy bien. Y tus padres también fueron personas maravillosas; siempre me tuvieron respeto y consideración; no merecían morir en ese accidente. Sabes que nunca entendí por qué ordenaste pagar para cerrar la investigación. Sé que sufriste mucho y tod