El rugido de las olas en la playa de Clifton, una de las más famosas de Ciudad del Cabo, daban la bienvenida al grupo en cuanto bajaron del auto.
El aroma a sal y arena caliente llena el aire, transportando a Jazmin un lugar completamente distinto del que había dejado atrás. Mientras observaba el vasto océano Atlántico extendiéndose ante ella, no pudo evitar sentirse diminuta, pero también ligeramente liberada. Hana, vestida con un traje de baño de una pieza con colores vibrantes y un sombrero de ala ancha, baja del auto con energía. Imran la sigue, cargando una sombrilla y una gran bolsa llena de toallas, protector solar y lo que parecía ser un pequeño picnic. Llevaba un short y una camiseta ligera que pronto se quitó para revelar su torso moreno, causando que Jazmín desviara la mirada rápidamente, sintiéndose fuera de lugar en su modesta ropa tradicional. Mientras que Zaid trae shorts rojos y unas sandalias. —¿Estás segura de que estarás cómoda con eso, Jazmín? —pregunta Hana con una sonrisa amable, pero divertida, al notar que Jazmín vestía un largo abaya beige y un hijab perfectamente ajustado. —Estoy bien, gracias —responde Jazmín, ajustándose las mangas mientras trataba de ignorar las miradas curiosas de algunas personas que pasaban. La playa estaba llena de vida: niños corriendo tras pelotas, parejas descansando bajo sombrillas y amigos riendo mientras se arrojaban al agua. El contraste cultural no podía ser más evidente, y Y Jazmín lo sentía en cada paso que daba por la arena. Imran coloca la sombrilla y dispuso las toallas en un lugar estratégico, cerca del agua pero lejos del bullicio principal. Hana se desliza fácilmente para recostarse en una de las toallas, sacando un libro de su bolso. Mientras tanto, Zaid parecía entusiasmado por sumergirse en el agua. —¡Vamos, Jazmín! Deberías probar el agua. Es increíblemente refrescante —dijo Zaid, señalando las olas que rompían suavemente en la orilla. Jazmín levanta las manos, sacudiendo la cabeza. —No, gracias. Estoy bien aquí. Entraré más tarde cuando me relaje. Hana soltó una carcajada. —Zaid, deja de presionarla. No todas las personas disfrutan de chapotear como un niño en el agua. Zaid la mira con fingida ofensa. —No estoy chapoteando, estoy disfrutando del momento. —Claro, claro —dijo Hana, moviendo la mano con desdén juguetón mientras regresaba a su libro. Por otro lado, Imran se dirigía al agua para acompañar a Zaid, Jazmín observa su entorno con atención. Había grupos de mujeres con bikinis y pareos, hombres jugando voleibol en shorts y familias enteras disfrutando de un día soleado. Ella, envuelta en su ropa modesta, se sintió como un punto aparte en aquel paisaje vibrante. Sin embargo, no pudo evitar sonreír al ver a un grupo de niños construyendo un castillo de arena. Su risa era contagiosa, recordándole que, a pesar de las diferencias, había algo universal en la alegría simple de un día en la playa. Mientras Hana descansaba y Jazmín intenta mantener un perfil bajo, un hombre mayor que llevaba un sombrero de paja y cargaba una pequeña nevera se acercó a ellas. —¿Quieren algo de beber? Tengo refrescos fríos, jugos, agua… —ofrece con un acento marcado. Jazmin, al no estar acostumbrada a estas interacciones tan informales, mira a Hana en busca de ayuda. Su prima sonríe y pide dos jugos de mango. —Relájate, Jazmín. La gente aquí es muy amigable —le dijo mientras pagaba al vendedor. —Sí, claro —murmura Jazmín, sintiéndose un poco abrumada. El vendedor le dedica una sonrisa amable. —Bienvenida a Sudáfrica, señora. Espero que disfrute su tiempo aquí. Jazmín asintió, agradeciéndole en voz baja. Mientras el hombre se alejaba, Hana le da un codazo juguetón. —Ves, no muerden. Yasmin ríe suavemente, empezando a relajarse un poco. Minutos más tarde, Imran y Zaid regresa de su aventura acuática, goteando agua por todas partes y con una sonrisa triunfal en el rostro. —Tienes que intentarlo, Jazmín. Te prometo que no te arrepentirás—le dice Imran. —Esas olas se ven peligrosas —responde ella, señalando con su dedo. —Pues tal vez no necesites entrar al agua. Pero, al menos, ven a sentir la arena en los pies. ¿O también tienes miedo de eso? —bromea Imran. Hana lo fulmina con la mirada. —¡Imran! No seas grosero. Pero Jazmín sorprendió a ambos levantándose de su lugar. —Bien, iré —dijo, levantando la barbilla con determinación. —Pero no digas que no te lo advertí. Camina hacia la orilla, con Imran siguiéndola de cerca. Cuando el agua tocó sus pies, un escalofrío recorrió su cuerpo. El Atlántico estaba mucho más frío de lo que había anticipado. —¡Frío! —exclama, retrocediendo instintivamente. —Vamos más adentro...te he visto nadar en la piscina y lo haces muy bien, nadar aquí es más fácil. Ambos se adentraron un poco, Imran se fue un poco más adentro que ella, Jazmín ve como él se va como un pecesito, con esos brazos potentes y esa espalda esculpida por los dioses. —¡Vamos, te va a encantar!—le vocifera. Imran ríe, pero su risa pronto se convirtió en una expresión de alarma cuando una ola más grande de lo esperado alcanza a Jazmín, de su lado, ella intenta dar un salto para que la ola pasara por debajo de ella, pero cuando ella intenta saltar cae en un agujero entre las rocas, lo que hace que la ola pase por encima de ella, Jazmín intenta respirar pero otras fuertes olas la embestía una tras otra sin dejarle escapatoria, se dió más de un trago de agua salada. —Te advertí que el Atlántico era impredecible —responde él, tratando de contener la risa. Pensando que todo estaba bien. —¡Oh, mi...! ¡Im...ran! —exclama ella, intentando salir a flote, pero las olas no les daban tregua alguna. —Esto... es tu... culpa...Blublublublu. Imran al ver que ella se hundió bajo otra ola sintió miedo, algo estaba pasando. Sin pensarlo nada hacia su dirección y la toma por la cintura, Instintivamente Jazmín rodea su cintura con sus piernas y lo abraza como un pulpo a una roca mientras toma una bocanada de aire. Sus piernas lo rodearon en su cintura. Imran, sintiendo la calidez del cuerpo de Jazmín aún aferrada a él, no pudo evitar que su instinto tomara el control. Podía sentir su intimidad rozando su mìëmbrö. Y sus pechos aplastados en su pecho. Sus labios se encontraron en un beso profundo al verla agitada, si ella continuaba con esa desesperación puede ahogarlos a ambos, el beso está cargado de emociones reprimidas y deseos prohibidos. Ella no se resistió; en lugar de apartarse, sus dedos se aferraron a su cabello mojado, intensificando el momento. Se olvidó del mar, de las olas y de las personas al rededor. La brisa salada del mar se mezclaba con la sensación de sus cuerpos tan próximos, mientras el sonido de las olas parecía desvanecerse a su alrededor. Imran deslizó una mano por su espalda hasta que sus dedos se encontraron con la curva de su cintura, y de ahí, bajó con audacia hasta su trasero. —No deberíamos... —susurra Jazmín entre beso y beso, pero no hizo ningún intento por detenerlo. El miedo de volver a desesperarse si se la lleva otra ola imperaba en ella. Pero al sentir su vìrìlidäd y su dureza la asustaba más que ahogarse, lo que tenía allí debajo no era un juego. —Lo sé —murmura él, con su voz ronca por la emoción—. Pero contigo... no puedo evitarlo, maldición. ¿Que me haz hecho? Yo no era así. —¿Qué? De repente, Jazmín abrió los ojos, un destello de alarma cruzando su rostro. Miró hacia la orilla, donde, a varios metros, distinguió a su prima Hana sentada en una tumbona, con la cabeza apoyada sobre sus brazos y los ojos cerrados. A pocos pasos de ella, Zaid conversaba animadamente con un grupo de chicas, ajeno a todo. —Imran... —susurra ella, nerviosa, intentando recuperar el aliento. Él ya había notado la escena desde antes, pero lejos de detenerlo, lo había impulsado. Saber que estaban cerca de ser descubiertos, en ese borde peligroso entre lo correcto y lo prohibido, lo llenaba de una sensación que no podía controlar. —Ya los vi —responde Imran con voz baja, pero su mirada estaba fija en ella. Sus manos, audaces, le acariciaron el trasero, aferrándola aún más a él—. No puedo evitar desearte, Jazmín. Es un maldito pecado, pero... Jazmín lo mira, respirando con dificultad, sus emociones divididas entre el temor y una pasión que la quemaba desde dentro. —Esto no puede seguir así, es traición a Hana—dijo ella, aunque los labios de él buscaron los de ella, traicionando sus palabras. Imran se maldijo internamente, sabiendo que estaba cruzando una línea que no debía. Pero como hombre, al fin, sucumbió al deseo que llevaba reprimiendo por tanto tiempo. En ese instante, el mundo desapareció para ambos, sin importarles las miradas ajenas que podrían poner fin a su secreto. El mira a los lados y a varios metros entre las rocas vio una cueva, sería mejor estar allí que expuestos a la vista de todos. Imran llevó a Jazmín nadando entre las rocas, alejándolos del mundo que podía juzgarlos. La cueva oculta en la costa, era el escenario perfecto para desahogar su calentura. El espacio estaba vacío, apenas iluminado por la luz que entraba entre las rendijas de las rocas, y el suave lecho de arena parecía un refugio secreto, apartado de las miradas que tanto temían. Aún sin soltarla, la bajó suavemente al suelo y la miró con una intensidad que hizo que Jazmín sintiera su piel arder. Sin esperar respuesta, volvió a besarla con hambre, con necesidad, como si ese momento fuera la única oportunidad que tendría para estar con ella. —Imran... —murmura ella, intentando detenerlo, aunque sus manos se aferraban a sus brazos como si temiera dejarlo ir. —No puedo más, Jazmín. —Su voz era un ruego, cargado de deseo reprimido—. No sabes lo que me haces sentir... cómo me vuelves loco. Mientras hablaba, sus manos descendieron con audacia, desabrochando lentamente los tiros de sus pantalones. Jazmín intentó resistirse, negando con la cabeza, pero no pudo evitar estremecerse ante el contacto de sus dedos contra su piel morena. —Esto está mal —dijo ella con un hilo de voz, aunque sus ojos delataban la lucha interna que libraba. —¿Por qué sigues negándolo? —insiste él, con su frente apoyada contra la de ella, su respiración entrecortada—. He visto cómo me miras, Jazmín. No puedes engañarme. Lo noto en tus ojos, en cómo te sonrojas cuando estamos cerca... Hana no se dará cuenta si no lo dices.Ella aparta la mirada, pero él la tomó suavemente del rostro, obligándola a enfrentarlo.—No puedo sacarte de mi mente —continua él, susurrando cerca de sus labios—. Tu cuerpo... tus labios... Cada vez que te veo, pierdo el control.Imran volvió a besarla con desesperación, y Jazmín, aunque intentaba resistirse, terminó cediendo a la pasión que también la consumía.—Imran, esto... esto no está bien —susurra una última vez, con los ojos cerrados, sintiendo que su fuerza de voluntad se desmoronaba mientras abre las piernas.—Déjame demostrarte lo que siento —rogó él, con su voz temblando por la intensidad de sus emociones—. Por favor, Jazmín.Imran sentía la adrenalina recorriendo su cuerpo mientras avanzaba con Jazmín en brazos. La cueva que había divisado entre las rocas parecía un refugio perfecto, un espacio donde nadie los encontraría. Las olas rompían contra la costa con fuerza, y el sol daba su calor.Jazmín aún respiraba agitada, su piel húmeda por el agua salada y el roce del c
El sonido de las olas rompen en la orilla resonando dentro de la pequeña cueva, envolviendo a Jazmín e Imran en una burbuja fuera del tiempo. Sus respiraciones entrecortadas fueron disminuyendo poco a poco, hasta que el peso de la realidad cayó sobre ellos.Imran se separa con cuidado y comienza a vestirse apresuradamente. Mira a Jazmín, que aún estaba sentada en la arena, con la mirada perdida en la roca húmeda frente a ella.—Perdóname —susurra, con un deje de culpa en la voz—. Fue un arrebato… no debió pasar. No así.Jazmín tarda en responder, pero cuando lo hizo, su tono fue frío y decidido.—Será mejor que olvidemos esto. Hana no puede saberlo.Imran asintió, terminando de ajustarse el traje de baño antes de extenderle la mano para ayudarla a levantarse. Ella la ignora y se puso de pie por sí misma, sacudiendo la arena de su trasero, mientras siente un líquido caliente deslizarse por su entrepierna. Sin más palabras, ambos salieron de la cueva y nadaron de regreso.El sol estaba
Al terminar y saciar sus deseos Imran se levantó de la cama con movimientos rápidos, casi automáticos, salió de adentro de ella derramando todo lo que sale de ella en la cama.La habitación aún estaba envuelta en una quietud incómoda, con el aire cargado de lo que había sucedido. Jazmín, en la oscuridad, sentía cómo su corazón latía acelerado, su mente agitada por una tormenta de emociones contradictorias mientras llora.Imran no miró atrás al salir de la habitación, aunque su presencia parecía aún colarse entre las sombras. Cerró la puerta con un suave click y se adentró en los pasillos oscuros de la mansión.Jazmín, ahora sola, se quedó inmóvil, su respiración irregular y su cuerpo cubierto de sudor frío y semën. Sentía que la vulnerabilidad la envolvía como una capa densa, pesada. Su mente daba vueltas a lo que acababa de pasar, cuestionándose cómo había llegado hasta allí.¿Por qué no había hecho nada para detenerlo? ¿cómo piensas acabar con aquello?Su mente vaga hacia Hana, haci
Al día siguiente, con una respiración agitada, Jazmín se levanta de la cama y camina hasta la ventana.El día está despejado, como si nada hubiera sucedido la noche anterior."El sol no sabe lo que pasó aquí", pensó amargamente. "El mundo sigue su curso mientras yo me ahogo en mis propios errores"—piensa Jazmín.Mira a su alrededor, los muebles de la habitación, el lujo que la rodeaba. Todo le parecía ajeno, como si estuviera en una pesadilla que no podía despertar. Sin embargo, sabía que no podía quedarse allí. No podía soportar la mirada de Hana, la bondad en sus ojos, sin que la culpa la carcomiera por dentro. Tenía que irse.Se acercó al baño, tratando de tomar aire, de calmarse, pero las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin previo aviso. Se cubrió la cara con las manos y lloró en silencio, temiendo lo que el futuro deparaba para ella. La vergüenza era insoportable, y cada segundo que pasaba en esa casa la ahogaba más.—Voy a salir. Voy a irme. No tengo otra opción— se dij
Jazmín despertó sobresaltada, sintiendo el mismo vacío en el pecho que la había acompañado en los últimos días. Se quedó unos minutos observando el techo, luchando contra esa sensación de ahogo que parecía haberse instalado en su interior.—Debo salir para conseguir un trabajo que me dé un ingreso—murmura para sí misma, con la voz apenas un susurro, pero cargada de una determinación nueva.Se levanta de la cama, se ducha con agua tibia y se mira al espejo. Su reflejo parecía ajeno, como si la persona que la observaba desde el otro lado del cristal no fuera ella. A pesar de los días aún tenía las marcas que Imran le había dejado en su cuerpo lo que la llena de más irá. Pero detrás de esos ojos cansados había una chispa de algo más: la necesidad de cambio.Mientras desayuna sola en la cocina, su mente trabajaba a toda velocidad.“Necesito hacer algo, distraerme, alejarme de estos pensamientos que me persiguen todo el día. No puedo seguir encerrada en esta casa.”—piensaToma su bolso apr
La cafetería se había convertido en un refugio para Jazmín, un lugar donde sus pensamientos se disiparon entre el aroma del café recién hecho y el murmullo constante de los clientes deseables e indeseables.Cada día que pasaba, sentía que recuperaba un poco de control sobre su vida, aunque la sombra de Imran aún rondaba en su mente. Había dejado el fajo de dinero que él le dio en su mesita de noche, como una especie de recordatorio silencioso de que no quería depender de él. No lo había tocado, ni pensaba hacerlo.Sin embargo, el peso de ese secreto y su nuevo trabajo empezaban a hacerse más difíciles de ocultar. Hana, su prima, había notado su ausencia durante las mañanas, y aunque no había dicho nada directamente, Jazmín sabía que las preguntas no tardarían en llegar.Aquella tarde, después de regresar a casa cansada pero con la mente despejada, Jazmín encontró a Hana esperándola en la sala, sentada con los brazos cruzados y una ceja levantada.—¿Dónde has estado? —pregunta Hana, co
La noche se cuela sobre la casa con un silencio casi ominoso. El aire estaba cargado de una tensión que parecía filtrarse por las paredes, una energía invisible pero evidente que hacía que cada sonido, cada crujido del suelo, resonara con más fuerza en la oscuridad.Imran estaba en su despacho, como de costumbre, pero esa noche no podía concentrarse. Los documentos frente a él eran solo una excusa para quedarse sentado, intentando distraer su mente de un solo pensamiento: Jazmín. Desde que había descubierto que ella estaba trabajando, su mente no había encontrado descanso. ¿Por qué lo hacía? ¿Qué estaba buscando? ¿Era una forma de alejarse de él, de marcar una distancia? La idea le quemaba por dentro.El reloj marcaba la medianoche cuando finalmente se rinde. Cierra la carpeta con un golpe seco y se levanta de su silla. Sus pasos resonaron en el pasillo mientras se dirigía hacia la habitación de Jazmín, guiado por un impulso que no podía controlar. Necesitaba verla, aunque solo fuera
Jazmín se queda paralizada, intentando con su mente, procesar lo que acaba de escuchar. La imagen de su prima, siempre perfecta, siempre controlada, se desmorona en su mente.—Mientes —susurra, pero incluso mientras lo dice, siente la duda colándose en su corazón.Imran la mira fijamente, sin apartar la vista de sus ojos.—No tengo razón para mentirte. —Su voz es un susurro grave que resuena en la habitación amargamente. —Pero si quieres comprobarlo, adelante. Habla con ella. Ve si puede mirarte a los ojos y negarlo. Tú que tanta confianza y virtud le profesas. Hasta dudo que el bebé que lleva en su vientre sea mío. La investigué e hice que la sigan y no se separa de el cuando salen.Jazmín da un paso atrás, sintiendo que el suelo bajo sus pies se remueve. No quiere creerlo, pero la certeza en la voz de Imran la hace dudar.—Esto no cambia nada —murmura, intentando recuperar el control. —No tienes derecho a controlar mi vida...y si dudas de tu esposa deberías preguntarle tú mismo.Imr