El salón huele a avena caliente. El estómago hambriento de Catarina no aguanta más y ruge sonoramente en protesta. Se acerca a la hilera del comedor y sin mucho afán, pero definitivamente hambrienta, agarra un buen tazón de avena caliente con dos panes recién horneados. Se sienta en una mesa en el rincón más apartado. El lugar favorito de Thomas. Tiene una amplia vista de todo el panorama y por tanto se puede ver a la perfección lo que los demás hacen: con quiénes hablan, con quiénes se juntan y quiénes definitivamente están muy juntos.
Mientras devora la avena sin mesura, permite que los pensamientos de lo recién ocurrido invadan su mente. Combate, está en la división de combate con Jenkins. Thomas y ella muchas veces hablaban hasta tarde de lo emocionante que debía ser. Hacían apuesta de quién mataría más Convertidos o quien decapitara más Originales. Ella tendría la oportunidad, pero él no está para compartirla. Él jamás estará allí.
—Disculpa... —Una voz ya familiar saca a Catarina de sus pensamientos.
Levanta la vista y se encuentra con los enormes ojos de Amy. —¿Puedo sentarme a tu lado? —pregunta la chica, sosteniendo en las manos su propia ración de comida.Está muy tentada a decir que no, pero con la boca llena de pan asiente. Amy coloca su tazón de avena junto al suyo y se sienta. Trata de enfocarse en comer, pero puede sentir su mirada puesta en ella, haciéndola sentir incómoda.
—¿Y bien? ¿Qué era lo que quería el jefe? —dispara al fin. Catarina hace un esfuerzo para no ahogarse con la avena ante la pregunta inesperada. ¿Por qué esa chica insistía en hablarle? ¿Será por lastima? Si es así estaba empezando a molestarse mucho. No es buena para relacionarme con la gente. Con Thomas era suficiente, nunca había necesitado estar rodeada de nadie más, con él tenía todo lo que necesitaba. Pero su amigo no era así, disfrutaba de la compañía grupal. Ella era consciente de que tenía otras amistades, pero ella era especial. —Estoy en la unidad de combate ahora —le contesta con algo de sequedad, la amabilidad no es su fuerte—. Owen me entrenará un poco más en el uso de arma blanca.
—¡Eso es fantástico! Nos viene bien alguien valiente como tú —dice la chica haciéndole un guiño.
Amy puede notar que después de mucho esfuerzo ha logrado sacar una sonrisa del rostro de Catarina y eso lo considera una victoria. Sabe lo mucho que los dos se querían, no porque alguna vez hubiese hablado con ella, sino por Thomas, con quien compartió algunos momentos. Es consciente de que no puede reemplazarlo, pero le daría a alguien con quien hablar, la soledad no es buena compañera.
—¿Ya te dieron a tu pupilo? —pregunta Amy.
“Vaya con que es algo general y yo sintiéndome especial”. —No aún no. ¿Tienes uno?
—Sí, de los nuevos, se llama Gary, tiene más o menos mi edad. Traste y nervioso, me llevará un tiempo ponerlo en forma —responde Amy recostándose en la silla.
La mayoría de las personas rescatadas han pasado huyendo y escondiéndose desde el inicio de todo. Nunca han estado en combate, nunca han agarrado un arma. Controlar el miedo es la parte más difícil. Cada vez que un nuevo pelotón se une a cualquier resistencia, no importa la ciudad, se clasifican según sus habilidades: conocimientos médicos y químicos, conocimientos de armas, alguna habilidad en combate. Claro que también llegan personas con otro tipo de conocimientos. En misiones pasadas casi todos los rescatados eran personas mayores de cincuenta. Personalmente
Catarina se sorprendió de encontrar algunos de ellos con vida. Esas personas aportan un recurso muy valioso: la historia. El hecho de que el mundo haya cambiado no es excusa para no conocer su pasado. Así que en todas las sedes de la resistencia se da clases de historia a los más jóvenes. Junto con otras áreas en el caso de que no sepan leer, escribir, sumar y restar.
Cuando fue encontrada tenía diez años, no fue una alumna ejemplar en el colegio, pero después de lo de sus padres, se propuso aprender tanto como pudiese, si eso le ayudaba a sobrevivir y recordar el mundo en el que vivieron, un mundo lleno de luz y vida, un mundo en el que estaba completa.
—¿Catarina? —una voz la llama detrás de la mesa.
Voltea y ve a Ruth de pie, nota que Amy la mira con los ojos cargados de admiración.
—Es Cat —responde la chica.
—Como sea —dice la mujer con un dejo de fastidio en la voz—, ella es tu pupila, será tu responsabilidad de ahora en adelante. Tienen menos de dos horas para alistarse, vamos a salir pronto.
Una vez que termina de dar el mensaje y entregar a la niña, Ruth da media vuelta y desaparece en el gentío. Cat mira a su nueva pupila y el estómago le da un vuelco. Con una mirada tímida se encuentra la niña de cabello rizado que Thomas intentaba salvar. Solo puede pensar, “demasiado joven”.
—Hola, ¿cómo te llamas pequeña? —le pregunta en el tono más amable que puede fingir.
—Fuiste quien me salvó ayer.
Otra vez el nudo en el estómago y una voz traicionera en la cabeza que grita con tristeza, “intentaba salvar a Thomas”.
—Sí, ella fue —contesta Amy por ella al notar el incómodo silencio—, ahora se encargará de que aprendas todo lo necesario para sobrevivir, tienes que ser muy valiente ¿cómo es tu nombre?
—Ellen —contesta la niña con un poco más de seguridad. —Muy bien, Ellen.
Jenkins sabe que cada segundo de luz cuenta. Tiene que ser muy cuidadosos en lo que piensa llevar a cabo, mover tanta gente de un solo golpe, nunca es tarea fácil. Mira la hora en el enorme reloj que cuelga sobre la pared del fondo del gran salón y decide que ya es momento. Se pone en pie y habla.
—Su atención por favor... —Su voz silencia el lugar y hace que todas las miradas apunten a su figura. Lleva puesta otra ropa, a su lado como siempre, Owen y Alex—. Los camiones ya están cargados. El personal
que viajará en ellos son los encargados de salud y cocina junto con los menores. Una vez que el vehículo haya realizado el primer viaje a salvo y no encontremos ningún inconveniente, recogerá en el camino a un segundo grupo. Pero lo más probable es que la mayoría realicemos el trayecto a pie. —Hace una pausa, el silencio es absoluto—. No será fácil. Sé que aún estamos sintiendo la muerte de nuestros compañeros en la última misión: Lizzie, Rheena, Javier, David, Lona, Thomas, Francis y Daniel. Todos murieron luchando por la misma razón: un mundo libre, un mundo sin invasores, sin Vampiros. Un mundo mejor, pero mejor nunca significa mejor para todos. Hay muchos que no lograrán ver ese futuro, pero eso no significa que dejaremos de luchar. Tienen treinta minutos ¡Alístense!
“Mejor no significa mejor para todos”.
Una frase cierta pero amarga. Todos quieren hacer parte de los que verán la luz del día en el mañana, pero no se sabe con certeza cuántos más morirán, nadie lo sabe. Él no lo sabe. Siente profundamente la muerte de cada soldado, todos estaban bajo su responsabilidad. Había reparado en Catarina mientras hablaba, se ve mejor que hace un rato, mejor que ayer después de dispararle a su amigo.
—Bueno Ellen, andado es hora. Nos vemos al rato, Amy —dice Cat mientras se aleja con la niña agarrada de su mano.
—¿Por qué nos tenemos que ir? —pregunta Ellen mientras caminan. —Este lugar ya no es seguro, si nos quedamos aquí nos encontrarán fácilmente y no queremos eso, ¿verdad? Hay otro lugar no muy lejos, creado en los primeros años de la invasión. —La mira y le sonríe amablemente—. Allí estarás a salvo.
Caminan hasta llegar al rincón de suplementos, agarra una mochila negra, empaca en ella dos suéteres, una botella de agua, una manta y dos espadas cortas. Se gira para hacerle entrega a la niña de su nuevo morral de supervivencia y nota la confusión de la pequeña en el rostro.
—Yo nunca he usado un arma… no sabría qué hacer. Mi madre se encargaba de protegernos y ahora ella… —Su voz se quiebra y sus ojos ya vidriosos por las lágrimas contenidas, miran fijamente el morral.
—Es solo precaución, irás en el camión. Llegarás rápido y segura. Pero en caso tal —le dice Catarina sosteniendo una espada corta hacia ella—, el lado filoso va hacia los enemigos, ¿vale?
—Está bien.
Después de varios minutos llegan hasta el punto de partida. En el camión viajarán al menos sesenta personas, más el armamento y suministros de comida y aseo. Mientras hacen la fila para ingresar, la mano de la pequeña
se aferra con fuerza al brazo de Cat. La mujer baja la mirada y nota cómo el cuerpo de Ellen se estremece de miedo. Una punzada de nostalgia le toca el pecho. No era mucho más grande cuando quedó huérfana.
—Tengo miedo —dice Ellen frenando su andar, a pocos pasos de subir al bus.
—Estará todo bien, dentro de un rato nos volveremos a ver. ––Cat pasa con ternura un dedo por la mejilla de la niña.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo.
Se suelta de Cat y sube al bus de la mano de Alex, quien presencia toda la escena y no puedo evitar sonreír en dirección a Catarina. Alex ama los niños. No le importa pasar horas entreteniéndolos, jugando o leyendo algún libro. Para él, la diversión es tan importante como el entrenamiento, su cordura depende de ello. Jenkins enviará a una de sus mano derecha para que se sientan seguros en el viaje. Owen y Ruth harán el trayecto a pie al lado de él y Catarina también. Sabe que ha sido apresurado ponerla en su división, pero es consciente de lo que una pérdida puede hacerle a la mente si no encuentra un nuevo propósito. No, no quiere que la joven pasara por nada de eso, no sola al menos.
Al llegar la hora, están todos organizados listos para abrir las compuertas y salir. Se escucha el rugido del motor al encenderse, a la vez el chirrido del acero al abrir las enormes puertas. Después de unos momentos el camión arranca y se aleja dejando atrás a los que emprenderán la travesía a pie. Según las órdenes de Jenkins hay que esperar al menos diez minutos para salir. La ansiedad se apodera lentamente de Catarina. Torciendo sus dedos, clava la vista en el bus que se pierde a lo lejos, normalmente Thomas la ayudaba a relajarse, pero ahora...
—¿Lista, Cat? —Amy aparece de la nada frente a ella.
Armada hasta los dientes la mira con una sonrisa. Descubre que, a pesar de todo, se siente un poco mejor tener al lado a una persona con la que pueda ir conversando, sabe que él lo hubiese querido así. —Lista.
Todos esperan que Jenkins dé la orden. Saldrán en tres grupos: el primero encabezado por el jefe, el segundo por Owen y el tercero por Ruth. Amy y Catarina van juntas en el primero. La idea de ir en bloques es que de ser atacados, algunos tendrán más chance de sobrevivir, si se mueven como una sola masa es más riesgoso, más fáciles de detectar desde el aire y más difícil de organizar una huida.
— ¡A mi señal sale mi grupo! —anuncia Jenkins—, el de Ruth contará cinco minutos y después saldrá; lo mismo el de Owen. ¿Entendido?
—¡Sí señor!
—¡Andando!
Las compuertas se abren una vez más y Jenkins sale seguido de los treinta que conforman su grupo. Es el más grande. El de Owen se moverá con veinte personas y el de Ruth con veinticinco. El cielo se encuentra de un lila brillante, eso quiere decir que es alrededor de mediodía, donde el sol intenta abrirse paso con más fuerza a través de la espesa bruma. Una bruma que apareció días después de la llegada de los invasores, desde entonces el cielo ya nunca es azul, siempre es morado. El mediodía es la hora en que los Originales son más lentos y los Convertidos evitan salir.
Avanzan con paso firme, pasado alrededor de cinco minutos el radio de Jenkins suena anunciando que el segundo bloque está en movimiento. La carretera por la cual se mueven con precaución está desierta, al costado pueden observar a lo lejos edificios residenciales, están entrando en la zona muerta. Hay ciudades que siguen ocupadas por Convertidos, donde aún hay movimiento y pequeñas colonias de esclavos, pero no esta. Por donde avanzan es un desierto lleno de recuerdos y memorias. La imagen de un pasado, la añoranza de lo que fue.
—Es muy triste ¿verdad? —La voz de Amy la toma por sorpresa un momento.
—¿Qué cosa? —responde mirando el rostro de la mujer a su lado. Ambas van cubiertas de sudor con los cabellos pegados a la frente. —La ciudad, convertida en un pueblo fantasma —señala con la cabeza alguno de los edificios que se alzan a lo lejos.
¿Perdurarán las almas de las personas asesinadas en la ciudad, rondando las calles? Piensa Catarina mirando con nostalgia, ¿penarán sus padres en su antigua casa? No, los fantasmas no existen, aunque, siempre se pensó que los monstruos y Vampiros eran solo fantasías. Están por doblar en una esquina cuando el cielo se oscurece. Levanta la mirada para ver de qué se trata y siente la sangre helarse en sus venas. Justo encima de ellos con las enormes alas abiertas al menos dos docenas de Originales.
—Oh por Dios santo —exclama Amy a su lado.
—Parece ser que hoy será mi primer día en combate después de todo. “Esto no es normal”. Piensa Jenkins mientras mira con terror el cielo. Dos ataques exactos de Originales, no era algo muy común. Mira a su alrededor y el pánico se refleja en el rostro de todos sus hombres. Debe mantenerlos a salvo, a tantos como pudiera.
—¡Todo el mundo preparado y posición! —se escucha gritar a Jenkins y el sonido del radio al ser encendido—. Estamos bajo ataque, repito estamos bajo ataque usen otra ruta. Cambio y fuera.
En ese momento la señal se corta y como águilas tras una presa, las enormes bestias bajan a toda velocidad hacia ellos. Catarina clava sus ojos en la figura robusta de Jenkins, quien con un fusil en los brazos, el cinturón lleno de armas se adentra al combate. Sus manos no tiemblan y no hay duda en su rostro. Respira hondo y mira a Amy a su lado, sus ojos no se ven asustadizos o tímidos, están enfocados y decididos.
—Hoy es un buen día para patear traseros. ¿O no compañera? —le dice con una sonrisa real.
Como siempre, cuenta hasta diez y se prepara para luchar, para dar su último esfuerzo y para morir si es necesario. Pero no caerá fácilmente. Escucha los gritos de Jenkins dando instrucciones, se mueve, aproximándose muy cerca a Amy, espalda con espalda, apuntando a dos direcciones. Luchan por un mundo mejor, aunque no sea mejor para todos. Tiene la esperanza de verlo, de que Amy lo vea, da un último respiro y aprieta el gatillo.