A su alrededor nota con algo de desconcierto, que la mirada de todos
está fija en ella, la ven con extrañeza. Baja el brazo y se gira con el pecho
subiendo y bajando por la agitación, hasta quedar de frente a Jenkins tendido
de rodillas a sus pies, un hilo de sangre corre por su labio. En ese momento
cae en cuenta de que estuvo a punto de herirlo de gravedad. Suelta la espada,
la cual cae aun lado, el estruendo de la plata resuena en el silencioso salón. El
aire no llega con suficiente rapidez a sus pulmones, la habitación de repente
se siente pequeña, necesita salir. Camina tan rápido hasta la puerta como
le dan los pies y de ahí se apresura en dirección a la recámara en donde
durmieron la noche anterior. La presión en su cabeza va en aumento con
cada paso que da, así que, en un movimiento, suelta la cola de caballo que
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