Metida en su cuarto, Emily respondió a la llamada.
—Papá, hola.
—Preciosa, ¿cómo estás? Qué pena contigo, pero es que ayer…
—No importa, papá, entiendo.
—¿Cómo has estado, linda? ¿Qué tal te van las cosas?
—Bien, bien, papá. ¿Sabías? Voy a casarme en veinte días, bueno, creo que ya en diecinueve o dieciocho.
—¡Entonces es cierto, preciosa! Estoy muy feliz por ti, mi cielo. Supongo que estoy invitado.
—Claro que sí, papá, tú y mis hermanos,