Bienvenidas al Impredecible

Cuando Emily y Marge pasaron a la caja registradora de la exclusiva tienda de ropa del hotel, con unas pocas prendas debido a que con el precio de cada una hubieran podido pagar una computadora nueva, el gerente les indicó una cifra por la que la tarjeta de crédito de Emily quedaba comprometida por los siguientes treinta y seis meses.

—Amiga, esto es demasiado, me duele tener que soltarla —dijo Emily cuando estaba por entregar el plástico, pero cuando fue a entregarlo, el gerente la miró como si ella estuviera por darle un pañal sucio.

—Señoritas, los artículos que adquieran ya están pagados por el señor Javier. Solo los pasé por la caja para registrarlos.

—¡¿Ah?!

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