Parte 23: condena

—¿Crees que has ganado? —preguntó Eloísa con la sangre corriéndole por la frente y apuntándome con el arma—. ¡Tú misma lo dijiste, esta es una maldita guerra, nunca acabará si una de las dos no está muerta!

—Pero tú ya estás muerta, Eloísa —le dije mientras avanzaba lentamente a ella—. Y a mí ya no me puedes asesinar, porque morí hace mucho tiempo.

Ella apretó con fuerza el arma, aunque sus manos temblaban y soltó un fuerte grito.

Estábamos en el balcón de la escuela, justo donde había muerto Nidia. Eloísa retrocedió hasta pegarse a la baranda del balcón. Sus ojos por primera vez estaban llenos de lágrimas y no llevaba esa maldita sonrisa en su rostro: estaba acabada, su mente colapsaba, podía verlo en su mirada.

Solté una carcajada mientras seguía acercándome a ella.

—Si vieras tu hermoso rostro en este momento —solté mientras acariciaba la punta de la pistola con los dedos de mi mano derecha—. Oh… es tan hermosa. Estás viendo la muerte, ¿verdad? Yo tuve esa misma expresión cuando es
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