— Ha tenido un episodio de debilidad y se ha desmayado. Los médicos todavía le están haciendo pruebas, pero creen que puede ser algo relacionado con la presión arterial —dijo Ayla, intentando tranquilizarme—. Voy a cuidarla personalmente, no te preocupes. Cualquier cambio, te aviso enseguida.
— Te lo agradezco muchísimo, Ayla —respondí, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a arderme en los ojos—. Por favor, mantenme informada de cualquier mínima cosa. Si pasa algo más, voy allí inmediatamente.
— No te preocupes. Estoy pendiente de ella y haré todo lo que pueda. Sé lo importante que es para ti. ¿Puedes avisar a Max? —dijo con una voz firme pero reconfortante.
— Sí, se lo diré. Gracias, Ayla. De verdad —contesté, intentando controlar la voz—. Cuídala bien, por favor.
— Para lo que sea, te llamo —aseguró antes de despedirse y colgar.
Respiré hondo, intentando calmarme antes de salir del baño. Volví a mi mesa, aunque el corazón me latía fuerte por la preocupación.
Me senté, intentando co