Salí de la sala de las velas y corrí, dejé atrás la iglesia, el pueblo, hasta llegar a casa de Olaff, donde este cargaba unas cuantas motos en la parte de atrás de su camioneta. Me miró, sin comprender, y se sorprendió aún más cuando le abracé y rompí a llorar, pues yo no solía ser así, nunca le buscaba para eso, siempre era una sola cosa lo que quería de él.
Quería hacerlo, abrir todas las puertas de mi mente y contar mis secretos, dejar de callar aquello que me traía oscuridad, desahogarme por un