Cristal entreabrió los labios, incapaz de ocultar su sorpresa. Se giró hacia Gerónimo, buscando en sus ojos alguna explicación, alguna señal del alcance de su astucia, que presintió habría salvado su vida. Él, sin apartar la vista de Amador, respondió con calma y una leve sonrisa ladeada.
—Te conozco, cielo mío. Te conozco completa con mis ojos cerrados —dijo con ternura, sosteniendo la mirada de ella con una intensidad que parecía desnudar su alma.Cristal sintió un calor conocido encenderse en lo más profundo de su pecho. Antes de que pudiera decir algo, Amador se adelantó unos pasos para romper el creciente silencio, con un gesto serio y calculador.—Esa mujer no actúa sola. Alguien que conoce muy bien a tu esposa debe estar ayudándole —dijo Amador, mirando a ambos con severidad—, y eso significa que hay una traición e