Yelena
El rubio se sentó en mi asiento y sin mediar palabra tiró de mí y me sentó en su regazo.
—¡Izan!
—Shhhh, no levantes la voz.No querrás despertar a Zacky —susurró rodeándome con sus brazos y pegándome a su cuerpo.
—¿Qué es lo que estás haciendo?.
—Cuidando de tí —dijo colocando una manta sobre mí perro lo que menos tenía yo era frío.Todo lo contrario.
Una extraña sensación de calidez se apoderó de mi pecho.No sabía que contestar así que me acurruqué entre los fuertes brazos del Alfa y pegué mi cara a su cuello.¡Diosa, olía tan bien!. Podría estar toda la vida deleitándome con ese maravilloso aroma a pino y a bosque.No me cansaría nunca de olerlo.Se sentía tan bien estar entre sus brazos.El dichoso vínculo de pareja estaba haciendo estragos en mí.
Su aroma y el calor de su cuerpo hicieron que me relajara casi al instante e, increíblemente, volví a quedarme dormida entre sus brazos, cosa que se me estaba haciendo costumbre.
—Yel.
Escuché algo pero estaba tan fel