—¡Alfa! —pronunció Kallen, preocupándose por el estado del albino—. Deténgase, por favor. Vamos, lo ayudaré a llegar a la mecedora.
—No me trates como si fuera un cachorro —refunfuñó.
—¿Podría dejar de ser tan orgulloso al menos por ahora? —regañó—. Aceptar un poco de ayuda no es un pecado.
Danno