Korvoz cerró los ojos mientras las emociones recorrían su cuerpo. Su mujer, su hermosa y delicada compañera no lloraba por ella, lloraba por él. La amaba como ni siquiera podía imaginar, había pasado más de cuatrocientos años anhelando tenerla a su lado.
Experimentó y vivió muchas cosas violentas, y al tenerla con él, sentía una paz que nunca había imaginado. Emi era su tesoro y no debía dejarla sufrir. Por eso, perder de nuevo el control, quedaba totalmente prohibido.
—Sé que te preocupa que te vea distinto, que te pueda incluso temer porque eres diferente y fui yo, fue mi pasado el que te llevó a ese extremo.
—Te amo, esposa.
—Kor…
—Te amo, cariño. Es mi honor y placer el defenderte.
—Sabes cómo ponerte romántico…— dijo Emi de forma risueña mientras su compañero, le secaba unas cuantas lágrimas que corrían por sus mejillas.
—No vas a llorar por mí, no. Porque no quiero traer lágrimas a tus ojos. Percibo tus miedos, pero debes saber que nunca te dejaré ir, somos el u