No se dio cuenta en qué momento amaneció, pero cuando abrió los ojos, ya los autos y el movimiento de la gente podía oírse hasta su piso. Suspiró, complacida: jamás había apreciado tanto su cama como en esos momentos y más aún después de haber estado en una cárcel. Nunca había estado en la cárcel.
Prendió el celular con mucha pereza y cuando se inició, vio que eran las diez de la mañana. Vaya, hacía muchísimo que no dormía hasta esa hora.
Se había levantado con ánimos, con ganas de seguir adelante y tomar las cosas con más calma, pensarlas bien. Dejar todo lo que hacía mal atrás, dejar de llorar y por sobre todo… Asumir que Enzo era su legítimo hermano mayor.
-¿Mamá?