—¡Para ya Heather! ¡Soy tu esposo, no un ladrón o algo semejante! — exclamó ya agotado aquel ministro con lindos hoyuelos. Se notaba algo agitado después de correr tanto para alcanzar a aquellas mujeres de las que ya no sabía qué debería de esperar; ellas habían demostrado una y mil veces que trabajando juntas eran un peligroso desastre, podrían compararse a una pequeña bola de nieve rodando por una nevada colina, la cual está notablemente empinada y tiene numerosos cactus encendidos, sí, así de peligrosas eran ellas al estar juntas.
—Cómo siempre mi querido marido quitándole la diversión a las cosas— se quejó la mayor regresando a la normalidad —¿Qué haces aquí? ¿Nos estás siguiendo? — Interrogó Heather dando unos seguros pasos en dirección del ministro.
—E