Al ser hija de una prosuta, Samantha es despreciada por su propio padre. Él solo la usa como moneda de cambio. Luego de intentar casarla con un hombre que la engaña con su hermanastra, la compromete en matrimonio con Robert Lennox, a quien todos conocen como el León, un tipo huraño, amargado y prepotente dueño de una fortuna incalculable. Ella quiere utilizar a ese poderoso León para cobrar venganza por todas las humillaciones recibidas, sin imaginar que él tiene un plan parecido, que además, la incluye a ella. ¿Podrá Samantha lograr su fin y salv de una nueva condena?
Ler maisSamantha logró liberarse del compromiso social al que su padre Edmund Muller quiso obligarla a asistir gracias a su bien fingido dolor de cabeza.
Esa noche se realizaba una cena benéfica profondos para un hospital infantil y ella no entendía cómo los organizadores de esos eventos seguían invitando a su padre.
Edmund asistía a esas fiestas y anunciaba millonarias donaciones, pero nunca llegaba a dar curso a los pagos. Al menos, ya sabía de quien había heredado el talento para la mentira. Él era su mejor ejemplo e inspiración.
Esperó a que el hombre se marchara con su novia y la hija de esta y salió de su habitación rumbo a la cocina. Tenía hambre y quería ir por un bocadillo.
No encendió las luces, se movía bien a través de las sombras. Los grandes ventanales de la mansión Muller permitían el paso de la claridad de la luna que resultaba suficiente para ubicarse.
Al llegar al vestíbulo escuchó unos ruidos provenientes de uno de los salones. Se inquietó porque pensó que estaría sola dentro de la mansión. Al personal se le había concedido una noche de descanso. Solo los vigilantes se encontraban en las cercanías, pero custodiando desde el exterior.
Su curiosidad aumentó cuando reconoció los sonidos como jadeos apasionados. ¿Se habría quedado su padre en casa teniendo sexo con la viuda Combs, quien ahora era su novia?
La curiosidad la venció así que caminó con sigilo hacia la puerta.
Como iba descalza, sus pasos no resonaron y al estar la puerta semiabierta fue capaz de asomarse sin tener que hacer ruido al mover la madera.
Frente a una ventana divisó a una pareja desnuda. La luz natural le permitió detallarlos.
Eran jóvenes. Ella se hallaba sentada en el borde de una mesa y él estaba anclado entre sus piernas sosteniendo una de las rodillas de la mujer con una mano. Con la otra la aferraba por la cintura para inmovilizarla mientras le propinaba fuertes estocadas.
Ella se arqueaba y se esforzaba por no gritar. Sus senos saltaban con violencia por culpa de los movimientos bruscos y ansiosos de él.
A pesar de las sombras, Samantha logró reconocerlos. La rabia y la indignación la embargaron.
Abrió la puerta de golpe haciendo que la madera se estrellara contra la pared. El ruido que produjo sobresaltó a la pareja.
Él soltó a la mujer y retrocedió varios pasos tapando con sus manos sus partes íntimas, sin preocuparse porque ella había caído al suelo al perder su soporte.
—¡Fernand! —exclamó Samantha con lágrimas en los ojos—. ¡¿Qué estás…?!
No pudo continuar.
Haber descubierto a su prometido teniendo sexo en su casa con la hija de la viuda Combs, quien pronto sería su hermanastra, le partió el corazón.
—¿Samantha? —preguntó el hombre confundido—. ¡¿Qué demonios haces aquí?!
—¡¿Qué hacen ustedes aquí?! ¡¿Desde cuándo son amantes?!
La pareja con premura buscó su ropa para vestirse. La mujer agarró su blusa y pretendió escapar a las carreras, pero Samantha la tomó por los cabellos y con rudeza la obligó a volver.
La chica emitió un grito de dolor.
—¡Ni pienses que huirás sin darme una explicación!
—¡Samantha, déjala! —ordenó Fernand y corrió hacia la mujer que lloriqueaba por el mal trato que había recibido—. No le hagas daño. Está embarazada.
La noticia resultó como una bola de hierro que golpeó el pecho de Samantha y se lo llenó de amargura.
—¿Embarazada? —preguntó con la voz cortada por la pena.
Fernand acarició a la mujer en la zona donde la habían lastimado.
—¿Estás bien, Elaine?
Ella asintió y se hundió en el pecho de él para llorar como si fuese una niña pequeña. Fernand la abrazó de manera protectora antes de calcinar a Samantha con una mirada llena de reproches.
—Eres una bruta, como tu madre —la insultó—. Si llegas a lastimar a mi hijo la pagarás.
—¿A tu hijo? —indagó impactada—. Hace unos días revisábamos juntos la lista de invitados para nuestra boda, porque esta semana se comenzarían a repartir las invitaciones. ¡Y ahora tú y Elaine serán padres! —exclamó sin poder creerse aquella noticia.
—¿De verdad pensabas que iba a casarme con una bruta como tú? —preguntó el hombre con desprecio—. Hice un acuerdo con tu padre, pero eres tan ordinaria que me arrepentí, igual a tu madre, esa prostituta de poca monta que no dudó en abrirle las piernas a Edmund por unas cuantas monedas. No puedo manchar el apellido de mi digna familia al mezclarme contigo. Elaine, en cambio, viene de buena cuna. ¡Es una dama en todo el sentido de la palabra!
Cada acusación de él era un zarpazo doloroso que Samantha recibía en el corazón y la destrozaba.
Aunque su compromiso con Fernand Wesley había sido arreglado semanas atrás por su padre para fortalecer la unión entre las familias, que ya estaban vinculadas gracias a negocios inmobiliarios, ella se había enamorado de él. Por eso le dolía tanto esa traición.
—No puedo creer que me hayan hecho esto. ¡Mucho menos esa mosquita muerta! —bramó con rabia y señaló a Elaine que cada vez se acurrucaba más en el pecho de Fernand.
Esa joven tan solo contaba con dieciocho años de edad y solía ser tímida. Su madre, la viuda Claire Combs, se convirtió meses atrás en la prometida de su padre y se mudó a la mansión mientras organizaban la boda.
Al conocerse, Elaine y ella hicieron buenas migas y se convirtieron en amigas. La chica trataba a Samantha como una hermana mayor de la que quería aprender, aunque en realidad lo que pretendía era estar lo más cerca posible de Fernand para conquistarlo.
—¡Lárgate de aquí, Samantha, déjanos en paz! —ordenó el hombre molesto.
Ella se secó las lágrimas que marcaban su rostro y se irguió con soberbia.
—Esto no se quedará así. ¡Ambos me la pagarán! —dijo para desahogar el gran dolor que sentía.
—¡Lárgate, zorra! ¡Vete con tu madre a vivir en la miseria! ¡¿Eso no es lo que siempre has querido?!
Aquello lo dijo con burla, resquebrajando aún más los sentimientos de Samantha.
Ella había estado tan enamorada de él que le abrió su corazón. En una ocasión le confesó lo mucho que odiaba a Edmund, porque él siempre la trataba con desprecio a pesar de ser su padre. No le gustaba vivir allí, prefería estar en cualquier otro lugar que en esa mansión.
Fernand usaba los secretos que ella le había confesado para humillarla. Así le demostraba el gran error que había cometido al confiar en un sujeto al que había conocido poco antes de su compromiso.
Luego de traspasarlos a ambos con una mirada devastadora, abrigada por una insaciable sed de venganza, salió del salón hacia su habitación.
Allí se encerró para drenar toda la rabia y la pena que sentía, dispuesta a no ser la única humillada.
Meses después, Robert tomó en brazos a su hijo recién nacido. Lo acunó con sumo cuidado sin dejar de admirar maravillado los movimientos de su carita.Él estaba tranquilo, a gusto entre los brazos cálidos y fuertes de su padre. Escuchaba la melodía que le cantaba en murmullos.Abrió un poco sus ojitos para verlo con pereza. Robert sonrió fascinado al fundirse con los ojos azules de su hijo, tan claros como los suyos.—Felicidades, señor Lennox, su hijo está completamente sano. Y por el tamaño que presenta, creo que será tan alto como usted en el futuro —bromeó la doctora que atendió el parto antes de acercarse a Samantha—. ¿Cómo se ha sentido?—Excelente —dijo ella con una sonrisa sincera y fijó la atención en su esposo, que la veía con adoración desde la distancia.La doctora dio unas últimas indicaciones antes de marcharse de la habitación con la enfermera y así dejarlos solos.—No puedo creer que esto esté pasando de nuevo —exclamó Robert al ubicarse junto a ella y sin dejar de mir
Edmund había sido atrapado por la policía. La oferta de Samantha despertó una cacería despiadada.Muchas personas, incluyendo algunos de los socios de Edmund que habían caído en quiebra por sus estafas, se unieron para encontrarlo.La policía también se activó. Comenzaron a recibir cientos de llamadas que aportaban pistas sobre el paradero del hombre, la mayoría eran falsas, pero aquello los ayudó a atrapar a varios de sus secuaces que seguían escondidos.Al final, Edmund cayó gracias a la colaboración de una pareja de ancianos cuyo hijo se había suicidado un año antes luego de perder su empresa y todo su dinero a manos de ese hombre.Los ancianos eran vecinos de un sujeto que solía trabajar para Edmund y desde hacía días habían observado movimiento de autos que entraban y salían de esa casa a altas horas de la noche. No dudaron en dar parte a la policía, resultando una pista positiva.En menos de una hora al hombre ya lo tenían detrás de las rejas.Samantha se encargó de hacerle lleg
Samantha se sentó en una fría silla de hospital en medio de un suspiro. Las lágrimas ya se le había secado en el rostro y ahora su semblante era de furia.A Robert lo habían pasado a terapia intensiva. La operación para retirarle las dos balas que se habían incrustado en su cuerpo fue un éxito. Ahora debía esperar para verlo.—Los otros dos guardias de seguridad también salieron del quirófano, están en recuperación —le informó Court al ubicarse a su lado.—¿Solo tuvimos una baja? —preguntó ella refiriéndose al guardia asesinado por culpa de una de las explosiones.—Por ahora, sí —aseguró el hombre mirando con irritación hacia el fondo del pasillo.Aunque había puesto seguridad en cada piso de ese hospital, se mantenía atento para evitar que algún periodista se colara pretendiendo llegar a Samantha en busca de una exclusiva.La noticia de que Robert Lennox había sido herido de gravedad luego del evento que lo había catapultado al éxito empresarial corrió por todo el país, incluso, a ni
El día del evento había llegado. Samantha logró coordinar esos días desde la mansión los últimos detalles. Aimara, al haber estado presente en la entrevista, pudo conocer de primera mano la delicada situación que los Lennox atravesaban, así que colaboró para que aquel acto se llevara de manera efectiva sin que ellos se involucraran en persona.McGraw estuvo al mando desde el bar y Jenny pudo reincorporarse un día antes sirviendo de apoyo.Ya tenían nuevo contador, un hombre que antes había trabajado en un restaurante con dos estrellas Michelin y lograba desenvolverse en situaciones complejas y de mucha exigencia.Todo el personal estaba preparado para ese día y el negocio brillaba como una piedra preciosa. Cuando los invitados y la prensa comenzaron a llegar los músicos estaban en sus lugares amenizando la noche y las copas llenas de licor iban y venían.Samantha se vistió con elegancia, usando una pieza de diseñador verde esmeralda con efecto metalizado que la hacía resaltar entre la
Al día siguiente, la tensión no disminuyó en el ambiente. Samantha procuraba ver poco la televisión o revisar las redes sociales, así su angustia no aumentaba.Se tranquilizó al saber que el bar marchó sin inconvenientes la noche anterior, no fue atacado ni visitado por ninguna persona indeseable. Tal vez, al enterarse sus enemigos que ellos se habían refugiado en la mansión no sintieron interés por acercarse al negocio.Luego del mediodía, Jenny fue a visitarla, porque el encierro comenzaba a desesperarla.—Mi tía me cuenta que el barrio está demasiado agitado —contó la mujer mientras tomaban un té en el patio de la mansión frente al mar—. Hay mucha gente en la calle, averiguando lo que ha sucedido. Cada media hora le llegan noticias nuevas.—¿Cómo la gente se anima a salir en momentos así? —se quejó Samantha—. Si se presenta algún tiroteo, estarían en riesgo.—Sabes que para ellos el chisme es mucho más grande que la seguridad por su vida. Viven de eso.Ambas comprimieron el rostro
A Robert y a Samantha les costó salir del estudio de televisión, porque hasta los dueños querían retenerlos.La noticia que habían dado en vivo era en extremo escandalosa y ahora comenzaba la competencia entre las televisoras por más exclusivas.Por suerte, el León había ido con sus guardaespaldas que los ayudaron a salir del apuro y entrar al auto. Al llegar a la mansión, él duplicó la seguridad para evitar que molestos periodistas o curiosos entraran.—Oh, Dios. Está hecho —exclamó Samantha aún sorprendida y al sentarse en el borde de la cama.Ella sabía que aquella había sido la intención de su esposo, descubrir de manera pública y sorpresiva los secretos de Edmund para desesperarlo, pero no podía evitar que el impacto por la forma en que Robert había abordado el tema la impactara.—Y la treta ya comienza a dar resultados. Court viene para acá, esto desatará un infierno en la obra —aseguró y puso el móvil en silencio, para que sus notificaciones no la inquietaran, y dejándolo sobre
Último capítulo