Nos guste o no

Ante la mirada de disgusto de él se sintió pesada, el filo de reproche era agudo en sus ojos.

—¿Pues qué era lo que pensabas con exactitud cuando irrumpiste aquí hace una semana? ¿por qué pensabas que estabas firmando por el despacho vacante?, no está muy necesario que nadie lo ocupe.

—Pensé que se refería a eso —se excusó—, la forma en que lo dijo me hizo pensar que se refería a la vacante de ese despacho.

—¿Y de dónde sacaste la idea?

—Bueno, yo…

Se sintió avergonzada teniendo que explicar que ella peleaba un ascenso que ahora sabía en realidad no estaba disponible, y también que creyó que la despedirían por creer en los rumores de que la reemplazarían por una secretaria más joven y atractiva, por el largo desfile de mujeres que había visto llegar y que desde el miércoles pasado había acabado, ahora sabía el porqué de todo eso.

No solo pensó que le darían ese ascenso ficticio a otra persona, sino que se iban a deshacer de ella también.

—Creí que pensaba buscar una chica mucho más joven y más bonita y que se iba a deshacer de mí porque ya no le servía mi presencia. —Su jefe le entornó el semblante de nuevo y frunció los labios al observarla, para suspirar y responder con un regaño bastante claro.

—¿De dónde narices te sacas eso?, no pisas ni treinta, ¿más joven y bonita?, tendría que ser una chica que no tiene ni la edad ni los méritos para que la contrate aún. —Tras oírlo se sintió absorbida por la pena mientras él meneaba la cabeza como negación.

Ahora mismo ella sí se daba cuenta de que al decirlo en voz alta sonaba demasiado absurdo y disparatado, hasta le parecía que había sido algo paranoica por preocuparse tanto sin motivo.

Por las prisas y la confusión dada ese día, fue terminaron en esa situación tan apremiante y compleja.

***

—Esto debe ser una broma —suspiró pesado mientras se encontraba de vuelta en su cubículo. Ellos habían quedado en la propuesta de hablar el asunto con más detalle después del trabajo y acordaron para eso, el verse en una cena en donde pudieran discutirlo en privado.

Ese pensamiento la mantuvo nerviosa todo el día, ¿cómo coño fue que terminó casada con el jefe?, encima de todo sin saberlo.

Le dio vueltas a ese asunto de forma inquieta en su cabeza hasta cansarse. Qué forma de empezar la semana. Las preocupaciones que había tenido los días anteriores por gritarle no se comparaban nada a esa nueva noticia.

Eran casi las seis de la tarde cuando estaba por retirarse, poco menos de un cuarto de hora antes de eso, su jefe le había hecho señas para que no olvidara que debían verse, con un gesto mostrando su reloj le recordaba que no pensara en esquivar la plática e irse sin discutirlo.

—¿Cómo es que salgo de esto? —Se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos para suspirar, poco antes de que una voz masculina se escuchara cerca de su cubículo.

—Esa no parece la cara de alguien que está por irse a casa. —Agnes abrió los ojos y elevó la mirada para encontrar a Grant delante de ella ante su cubículo. Él elevó las cejas y sonrió con una mueca al inclinar la cara hacia un costado—. Pareces de mal genio, ¿te han pedido que hagas horas extras?

—Ah, no… Bueno, algo parecido —respondió mientras pensaba en que después de salir, debería pasar un momento incómodo con su jefe fuera del trabajo—. Pero nada muy importante, ¿qué te trae por aquí? —contestó con un peculiar tono de interés en su voz.

Los ojos de Agnes decían sin ser muy obvios lo que ella opinaba sobre Grant, le parecía atractivo, era su delirio admirarlo a la distancia, lo encontraba como uno de esos pocos sujetos que no debían mejorar mucho para ser más masculinos.

Tenía buen porte, buena presencia y eso notaba, con cabello negro y ojos café, de piel clara y un ligero perfil griego en sus facciones, lo que conjunto a su mandíbula fuerte le desencadenaba a ella algunas distracciones cuando tenía minutos para observarlo trabajar.

—Tengo a alguien interesado en la otra línea —contestó mientras apuntaba con su pulgar detrás de él hacia su área de trabajo—, tomé el recado y ya me dispuse de responderle que pasaría su mensaje. —Le dejó en sus manos una carpeta con un par de páginas impresas de un documento—. Te dejo el resto.

Agnes tomó el encargo y tras decirle que se lo pasaría a su jefe lo dejó sobre su escritorio, miró de reojo a Grant una vez más mientras este seguía donde mismo.

—Gracias —añadió con una sonrisa, pero antes de que dijera algo más fue interrumpida por la voz de su jefe.

—Agnes —la llamó, haciendo que lo volteara a ver con expresión nerviosa y le comenzara a galopar el pulso muy rápido—. Te espero fuera, no tardes. —Su voz fue autoritaria y directa sin el mínimo gesto de duda. Agnes se redujo bastante de manera sumisa y solo atinó a responder algo breve.

—Ah, claro. Esto lo tiene que ver. —Dejó la carpeta en sus manos y él torció su ceja en una mueca antes de dejarla de regreso en su escritorio.

—Déjalo para mañana, tenemos un asunto que es de mayor importancia que tratar. —Agnes estaba inquieta, aunque logró notar que él le dirigía una rápida mirada de desagrado a Grant por el rabillo del ojo en cuanto se retiraba. Eso la extrañó, ¿él estaba molesto de verla tratar con él?

Tomaba sus cosas y estaba lista para retirarse cuando él le volvió a decir.

—Haz prisa, que al paso que vas me saldrán raíces. —Él la sujetó de su antebrazo y se apresuró a cruzar hasta el elevador en donde oprimió el botón de la primera planta poco después de soltarla.

Agnes estaba inquieta, parecía perturbado y enojado al mismo tiempo, su mandíbula estaba tensa y no dejaba de ver al frente ni para voltear a observarla siquiera, sus ojos estaban fijos en el pequeño rectángulo que marcaba cuántos pisos iban de bajada.

«Simplemente quisiera que esto terminara y poder tomar el autobús e irme a mi casa, para acabar con esto e irme a dormir» pensó mientras se sentía sofocada en lo que el ascensor seguía bajando.

***

Él la había terminado llevando a un restaurante bastante lujoso para el que peculiarmente tenía reservación ya hecha esperando por ellos. Una vez que estaban por pasar ella le preguntó con intriga.

—¿Hiciste una reservación?, ¿desde cuándo?

—Hoy temprano. Lo había hecho con otros propósitos. Pensaba venir en un plan completamente distinto, pero la razón por la que hemos venido ahora es muy diferente.

En la mesa, que de manera oportuna se encontraba en un rincón más apartado y en donde podrían hablar a solas sin que interrumpan su privacidad, tras invitarla a que se sentara y él tomara lugar frente a ella. Lo vio apagando su teléfono y guardarlo en el bolsillo.

—No quiero interrupciones para tratar con esto —masculló con aparente descontento y un atisbo de recelo en su expresión. Ella lo observó con incomodidad y los nervios le oprimían la garganta, él solo respiró y se frotó con los dedos en el espacio entre las cejas para relajar su ceño fruncido—. Bueno… Entonces —murmuró al quedarse viéndola.

—Entonces… —respondió ella sin saber por dónde comenzar todo eso.

—Creo que sabes que no soy un hombre de rodeos, Agnes. Preferiría que habláramos directo y muy claro del tema sin expandirnos fuera de la conversación principal. Vamos al grano —sentenció mientras sus ojos destellaban un aire amenazante.

—Literalmente es absurdo, ¿por dónde empiezo? —respiró sintiendo el estrés—. ¿Cómo?, ¿de veras cómo fue que pasó todo esto?

—Básicamente porque tú firmaste sin pensar en leerlo antes, talvez deberías hacerlo con más detenimiento, en cuanto llegues de regreso a casa lo deberías comenzar a hacer.

Agnes lo miró con desconsuelo y le hizo un gesto que parecía ser de angustia.

—Pero ¿y ahora?, ¿qué significa ahora?

—Como te dije antes en la oficina —respiró con voz pesada y cruzó los dedos delante de su frente para apoyarla sobre ellos—, estamos casados ahora, así que en lo que a ese contrato que firmaste respecta, somos marido y mujer. —Agnes se perturbó por esa mención, de ninguna forma, no quería estar en un matrimonio, no con su jefe.

—Pero eso no puede ser, no concerté aceptar nada de eso. ¿Un matrimonio?, no quiero eso.

—Esto sucede porque no tuviste la decencia ni la precaución de ver primero lo que decía el jodido pedazo de papel que firmabas —recriminó y por un segundo se notó un desliz de mal humor antes de que respirara y se volviera a mostrar concentrado para hablar.

—Usted pudo decirme, “oye, estás firmando para ser mi esposa” o algo así, no puede ser solo mi culpa, usted también.

—¿Mi culpa? —añadió y alzó las cejas con un aparente gesto de divertirle tal incoherencia—, si solo no llegaras exigiendo algo que nunca estuvo de plano en aquella mesa y es más, echándome en cara todos esos años de servicio y lealtad que me has guardado —comentó con una muestra de ironía y socarrona burla en su voz para mirarla con descaro.

Agnes se redujo bastante por el bochorno y solo trató de no enfocar su cara directamente, se sentiría al borde de lo estúpido si recordaba su irrupción de la semana pasada.

—Como sea, está hecho —habló de nuevo, volviendo a mostrarse sereno con ella—, el matrimonio es un asunto concreto, es oficial que ahora eres mi esposa, nos guste o no.

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