Marcello se encontraba en la ámplia y hermosa sala con un wisky en las manos, cuando Leandro que iba de camino a la oficina se topó con él.
-¿No es muy temprano para beber?- le preguntó frunciendo el ceño.
-Puede ser- se encogió de hombros- pero cuándo tienes algo que te atormenta, no hay horas, querido hermano, porque la pena no se toma treguas ni te da respiros.
-No sé cómo puedes seguir en esa situación después de tanto tiempo.
-La amo- lo miró fijamente- quizás no me comprendas porque no has sentido nada como eso. . .
-Tienes toda la razón, Marcello Corttonni, no lo he sentido, ni espero hacerlo, el amor es un sentimiento destructivo y no pienso darle esa capacidad a nadie, hermano.
-Me hubiese dado ese consejo hace años hermano, lo necesitaba, ahora ya es demasiado tarde- su voz denotaba tanta tristeza que Leandro sintió un gran pesar.
-Venga hombre, arriba ese ánimo, acompáñame a la empresa, allá tenemos mucho trabajo y de