Abro los ojos poco a poco, y me ciega una luz brillante.
Intento acostumbrarme, a la luz, y empiezo a observar a mi alrededor, pero siento un dolor en el cuello cuando lo hago, y una punzada en la cabeza, que me está matando.
Caigo en cuenta de que tengo puesta una máscara de oxígeno, y siento el pitido incesante de una máquina a mi lado.
En el otro extremo de la habitación, veo a un hombre de traje, caminando de un lado a otro, mientras habla con alguien por teléfono.
Parpadeo varias veces, intentando enfocar mi vista, y descifrar quien es…
Retiró la máscara de mi cara, y como puedo pronuncio palabra.
—¿Papá?
La confusión me abruma, mientras trato de pensar en que pasó.
Apenas me escucha, mi padre se gira hacia mí, y abre los ojos de par en par al verme, cortando la llamada.
—¿Dónde estoy? ¿Qué sucedió?
—¡Ava! ¡Oh, gracias a Dios!
Corre hacia mí, y me sorprende la genuina preocupación que muestra por mí en ese instante.
Me sorprende verlo tan demacra