INCOMPLETA

—¿Un corazón nuevo?, ¿el trasplante ya fue hecho?

—Hace 3 días, señorita, solo que desde que salió de la cirugía no había despertado —Comenta Flor.

—¿3 d-días? —El dolor se intensifica nuevamente, y empiezo a quejarme.

—Por favor no sé esfuerce en seguir hablando, hasta esta mañana retiramos el respirador, es normal sentir dolor, inmediatamente ordeno que le administren los medicamentos para ayudar a controlar el dolor. —Me explica uno de los doctores, intento levantar mi mano para rascar mi nariz, pero me siento tan débil que a duras penas y alcanzo a verla, observo muchos tubos que salen de mi pecho...

—¿P-por qué hay tantos tubos?, ¿l-la c-ciru-gía salió bien?

—Si, no se preocupe, los tubos en su pecho son para drenar el líquido que se encuentra alrededor de los pulmones y del corazón.

—¡Mmm!, en-entiendo. —Digo ya muy cansada por el esfuerzo que me ha supuesto hablar.

—Permanecerá una semana internada, para ver cómo evoluciona, ya que duró 3 días dormida inexplicablemente cuando debió despertar a las 12 horas de terminada la cirugía, además, cuando despertó lo hizo sin somnolencia, lo que me indica que la anestesia ya había sido eliminada de su cuerpo completamente. Después de eso deberá cuidarse mucho durante al menos 3 meses y venir constantemente para ser monitoreada, para cuando se pueda ir, le estaré dando las indicaciones y los medicamentos que tomará solo durante los tres meses de recuperación. —Me explica el doctor, y a medida que sigue hablando, me voy quedando dormida, pensando en que si no fuera por Flor, estaría completamente sola, pues entiendo que Damián no esté, porque seguramente no sabe nada, pero que mi padre no esté, me duele.

Una semana después, como dijo el médico, fui dada de alta, pues no presente ningún tipo de complicación, me dieron las indicaciones sobre que comer, como ejercitarme, que hacer en caso de presentar algún problema médico, prácticamente mi estilo de vida debía ser muy saludable, pues debía cuidar mi nuevo corazón muy bien.

—Señorita, ¿lista para ir a casa?

—Si, Flor, ya vamos. ¿Mi padre aún está de viaje?

—Si, pero regresa mañana, y está furioso porque usted no ha querido contestar sus llamadas.

—Entiendo, y mi hermano, ¿cree que aún estoy de viaje?

—Si, pero no le parece, señorita, que no es justo con él, si algo malo hubiera pasado, él no se lo habría perdonado.

—No te preocupes Flor, hablaré con él y le contaré la verdad ahora que ya regreso a casa.

—Está bien, pero recuerde no estresarse ni tener emociones fuertes.

—Como si pudiera…

—¡Eh!, ¿qué? —Pregunta Flor confundida por mi comentario.

—¿Flor, crees que es posible que en tu mente algo te afecte, pero por alguna razón actúas como si no te importara?

—¿De qué habla, señorita?

—¡Nada!, no me prestes atención, tonterías mías. —Le digo y justo en ese momento llega un enfermero con una silla de ruedas para transportarme, mientras Flor trae mi pequeña maleta y yo me quedo pensando en la sensación de incomodidad que he tenido desde que me desperté de la cirugía, y en el por qué, mi cabeza recuerda a Chloe, la extraña, le duele, pero por alguna razón no puedo llorarla, y eso hace que me sienta de alguna manera mal, pues mi corazón ya no duele como antes, quizás sea porque este corazón no es mío, y así se siente como si no me perteneciera, como si algo me faltara, me siento extraña, es como un vació qué hay en mí, pero no sé por qué.

—Durante los meses de recuperación, estuve en reposo, cuidada por varias enfermeras, y aunque físicamente mi cuerpo respondía bien al trasplante, mi mente no lo hacía. Había algo diferente, como si algo me hiciera falta, y eso me desesperaba, no quería estar así.

—Hermana, ¿cómo estás?, hoy te veo mucho mejor. —Dice Damián a través de la cámara de mi teléfono.

—Si, eso creo. 

—¿Cómo va todo en casa?, no pareces muy animada.

—Será porque no tengo que estar 24 horas sonriendo. 

—¡Ey!, ¿dije algo malo?, ¿por qué me contestas así? 

—No me hagas caso, solamente estoy algo irritada. Más bien cuéntame, ¿cómo está mi pequeña sobrina?

—Está bien —Contesta tajantemente.

—¿Qué pasa?, ¿por qué contestas así?, ¿ya te enojaste? 

—Debería, aún no te perdono por no haberme contado lo mal que estabas y que casi te pierdo a ti también sin ese trasplante. 

—Hermano, por favor, no empieces…

—No, no te preocupes, si no empiezo. La verdad es que no sé que te pasa últimamente Ava, todo el tiempo estás como de mal genio. 

—Para nada, suposiciones tuyas. Por favor saluda a nuestra pequeña de mi parte, ya debo colgar. —Le digo por qué para ser sincera no quiero discutir sobre lo mismo. 

Intento dormir un momento, y en mis sueños vuelvo a ver al hombre de ojos marrones y cabello castaño con su perfecto traje azul de lino hecho a la medida, pero por alguna razón no tenía una imagen completa de su rostro. Al despertar, lo hago de mal genio, por el tipo que no deja de merodear mis sueños sin poder ver su rostro. 

Suena mi teléfono, es Rita, decido no contestar, no estoy de humor, pero sigue insistiendo una y otra y otra vez.

—¿Qué pasa, Rita?

—Hola para ti también. —Responde irritada. 

—Hola, disculpa es que he estado algo irritable y desanimada, desde la cirugía.

—Somos dos, ¿te gustaría salir?

—No creo que mi padre me deje…

—Entonces deberías escaparte y empezar a vivir. La vida te ha dado una segunda oportunidad, ¿por qué la desperdicias así?, hay personas que amaban su vida, y aun así les fue arrebatada. —Dice con un tono triste.

—¿Estás bien, Rita?, te pasa algo…

—No, no estoy bien, así que por favor, simplemente, ¿puedes salir conmigo por lo menos para hablar? 

—Está bien, nos vemos esta noche, envíame la dirección del lugar donde quieres que nos encontremos y allí estaré a las 8:00 pm.

Minutos después tengo un mensaje de Rita, con la dirección. Es un bar, en el centro de Manhattan. 

Me empiezo a arreglar, busco ropa que ponerme, y al desnudarme, cada vez que lo hago, no puedo evitar acercarme al espejo y ver con detenimiento mi gran cicatriz, de unos 15 cm de largo, que se cuela por entre mis pechos, la toco, y mientras la recorro con mis dedos, siento que el vacío que experimentas diario en mi interior se acrecienta, Flor entra a mi habitación y me pilla, como puedo me cubro con una bata.

—Podrías, por favor, tocar la próxima vez. —Le digo furiosa.

—Lo siento, señorita, pensé que estaría dormida, vine a traerle un té. 

—Déjalo por ahí. —Le muestro una de las mesitas de noche.

—¿Señorita, va a algún lado? —Me pregunta Flor al ver la ropa sobre la cama. 

—¡No es obvio! —Respondo de mala gana, y ella se disculpa por preguntar y sale, al instante me siento mal, no sé por qué la traté así, si Flor lo único que hace es cuidar de mí. 

Apenas termino de arreglarme, bajo y busco a Flor para disculparme con ella, pero no la encuentro, decido salir temprano, antes de que regrese mi padre, pero hay un par de guardaespaldas custodiando fuera de la casa, intento pensar en cómo distraerlos, y mientras merodeo por la casa, observo una porcelana muy pesada qué hay en la sala de estar, y se me ocurre una idea. 

Tomo la porcelana subo y la lanzo contra la ventana de mi habitación, rompiendo los cristales en mil pedazos.

—¡AUXILIO!, ¡AUXILIO! —Armo un gran alboroto, bajo las escaleras, buscando ayuda. —¡Ayuda, por favor!, alguien está en mi habitación, quiso atacarme, se metió por la ventana. —Le digo a uno de los gigantones y todos suben a revisar que ha pasado, incluida Flor, que estaba en el jardín y afirma haber visto cómo lanzaban un objeto desde la ventana de mi habitación, rompiendo el cristal en mil pedazos. Me siento mal por engañarla a ella también, pero estoy harta de estar en esta casa que hace que me sienta aún más irritada.

Logro salir, y cuando atravieso las rejas que delimitan la casa, corro lo más rápido que puedo, pues no sé cuánto durará la distracción.

Apenas llego a la avenida principal, detengo un taxi y me dirijo hacia el bar a encontrarme con Rita. 

Apenas llego, empiezo a buscarla, y la diviso en la barra, me acerco. 

—Lamento los minutos de retraso, ¡ya estoy aquí! —Le digo y apenas me ve, me da un fuerte abrazo.

—Perdón por haber sido una insensible cuando murió tu cuñada, es que jamás experimenté lo que era perder a un ser querido. 

—¿De qué hablas, Rita?, ¿a quién perdiste? 

—A alguien muy importante para mí, la muerte se lo llevo tan de repente. 

—¡Lo lamentó tanto! —Le devuelvo el abrazo fuertemente. —¿Quieres hablar de eso?

—No, la verdad quisiera no pensar en ello. No quiero deprimirme.

—Está bien, entonces, ¿qué quieres hacer? 

—¡Beber! 

—¡Pues bebamos!

—Espera, ¿dónde están los “peros”, y las excusas? 

—Hoy no hay nada de eso, créeme, hoy necesito un trago. —Me bebo el que ella tiene en la barra, y luego pedimos dos shots más, empezamos a hablar de todo y de nada, y por primera vez las tonterías de Rita y sus locas ideas, para mí, tenían sentido. Cada shot estaba haciendo su efecto, y la sensación de embriaguez de cierta manera me hacía perderme de la sensación de no sentirme yo, así que le dije a Rita que beberíamos hasta que no resistiera un solo trago más. Esta noche deseaba emborracharme.

—¿Estás segura, Ava? 

—Sí. ¿Alguna vez has sentido que en tu corazón hay un espacio vacío que te hace sentir incompleta, y que debes llenar? —Le pregunto de repente.

—¡No!

—Pues yo me siento así. Así que he decidido que haré cualquier cosa que pueda calmar esta sensación que no me deja sentirme en paz.

—¿Un hueco en el corazón?, dices… —Me pregunta Rita medio ebria, y no podemos evitar reírnos por sus palabras.

—¡HA HA HA!… Se siente también reírme así. —Comento. —Vamos, dime qué que haremos ahora.

—Pues primero quiero decirte que estoy de acuerdo contigo, si el hueco va a seguir ahí, por lo menos que te acompañe a vivir tu segunda vida cómo se debe, al final no todos tienen la oportunidad que tú tienes, así que has lo que se te pegue la gana. ¿Qué, qué vamos a hacer?, pues vamos a beber, ¿no es eso lo que quieres?, Cantinero, mejor traiga la botella. —Dice muy animada. —Salud por los que ya no están, y por lo que aún seguimos aquí, porque la vida es una sola. —Se toma el trago de un solo sorbo y se levanta y empieza a bailar, muchos chicos se fijan en ella, pues Rita es una mujer bastante bonita.

—Vamos, Ava, ven, baila conmigo…

—¿Qué?, no, no hay manera de que eso ocurra, yo no sé bailar.

—¡Buuuu!, no seas aguafiestas, solamente tienes que dejarte seguir por la música.

—No, no creo poder…

—¡Ay, por favor!, no estás acostumbrada a beber, pero hasta ahora pareces camionero, bailar no será nada para ti.

—Es que mi padre me ha instruido muy bien en el arte del vino, así que he bebido más botellas de vino en mi vida de lo que imaginas. 

—¿Y tu padre no fue capaz de pagarte clases de baile?

—Solo ballet clásico y bailes de salón.

—¡Maldito Michael! —Dice y retoma el baile, mientras yo nos sirvo dos tragos y cuando intenta recibirme el shot, no se da cuenta y se tropieza con un hombre al que no le pude ver el rostro, porque me daba la espalda. 

—¡Waooo! —Exclama Rita.

—¿Está bien? —Le pregunta el hombre con una voz ronca y gruesa, que se me hace familiar, y que hace que se me erice la piel. —Me bajo del taburete y saco de mi bolso un pañuelo para ofrecérselo, para que pueda limpiar el trago que Rita derramo sobre él, veo que es uno de los pañuelos que tiene mis iniciales, pues lo hizo mi abuela para mí, así que debo admitir que dudo un poco en entregárselo, pero al ver la reacción de Rita, uso el pañuelo como excusa para intervenir.

—¡Me he enamorado!, ¿acaso eres un Dios griego o Romano?, ¡por favor cásate conmigo! —Le dice Rita, así que le ofrezco mi pañuelo estirando mi mano, viendo detalladamente su ancha y fornida espalda.

—Tome, me disculpo por mi amiga, ella está un poco ebria. 

—Amiga, pellízcame, estoy en el cielo, hay un ángel frente a mí… —Dice Rita, y el hombre se echa a reír. Toma mi pañuelo sin mirarme siquiera. 

—Creo que debería llevar a su amiga a casa. Con su permiso. —Dice y sigue su camino.

—Que hombre tan grosero, ni siquiera me dio las gracias por el pañuelo, es que ni su rostro se tomó la molestia de mostrarme.

—Ava, pellízcame, creo que una de nosotras hoy encontró a su alma gemela. —La pellizco y se queja

—¡Auuuuuch!, ¿pero que coño? 

—Tú lo pediste, tú lo tienes… 

—La próxima vez no seas tan literal…

—Y tú no seas tan dramática, ¿proponerle matrimonio al tipo solo con haberlo visto 2 segundos?, con razón salió despavorido.

—¿Yo dramática?, disculpa, pero no soy yo quien tiene un agujero imaginario en el corazón. 

—¡Qué cruel!

—Estamos a mano. —Me dice y sirve otro par de tragos. 

Seguimos bebiendo sin parar, mientras Rita no deja de hablar de que el destino había movido sus hilos para que ella conociera hoy al amor de su vida. Cuando ya mi compañera de bebida estuvo lo suficientemente ebria como para no poder moverse sola, y yo aún podía mantenerme en pie, recordé que tenía celular, y que lo había dejado en silencio cuando venía en el taxi. Cuando lo revise, tenía un montón de llamadas, de mi padre, y hasta de Damián.

«Seguramente la chismosa de Flor le contó a mi hermano que me escapé. Ya verá cuando la vea»

—Rita, ya es hora de irnos… vamos…

—¿Qué?, Nooooo —Dice levantando su cabeza de la barra. —Aún es muy temprano... ¿Cierto? —Le pregunta al cantinero 

—De hecho son las 4 de la mañana, ya casi cerraremos. 

—Ves, tenemos que irnos... —Le digo y como puedo la ayudo a sostenerse, y a la vez mantenerme en pie, por suerte el cantinero, muy amablemente, nos había pedido un taxi con antelación, al parecer su especialidad es enviar gente ebria a casa.

Mientras vamos en el taxi, Rita cae rendida sobre mi hombro, así que decido llevarla conmigo a mi casa, por dos razones, está demasiado ebria y no creo que yo y mi estómago, resistamos dos viajes en taxi y la segunda es que mientras ella esté en casa, Michael se controlará de ahorcarme. 

Para cuando llegamos, observo una pequeña luz en una de las habitaciones, uno de los gorilas me abre la reja.

—Señorita, ¿cómo pudo escaparse?, su padre está furioso. —Dice y empieza a hablar por radio.

—¡Shhh!, cállate y ayúdame con mi amiga. —Le ordeno, y prácticamente lanzo a Rita contra él.

El chico, carga a Rita, y cuando estamos frente a la puerta principal, le digo, un poco sonsa.

—¿Qué esperas?, ábreme...

—No puedo, usted sabe que no se nos tiene permitido entrar a la casa, a menos que sea necesario. No tengo llaves.

—¡Puffff!... ¡shhh!, entonces no hables o despertarás al anciano. —Rita empieza moverse encima del hombre.

Busco en mi bolso desesperadamente mis llaves, pero por alguna razón, no las encuentro. «Será que las dejé en casa antes de salir, no, yo jamás dejo mis llaves, debo concentrarme y buscar bien, quizás son los tragos que hacen que las cosas se muevan, y por eso no las encuentro». Vaceo mi bolso en el piso… 

—¡Shhhh!...—Me digo a mi misma, al escuchar el ruido de las cosas caer. —Silencio Ava, el ogro te puede escuchar... 

Busco entre las cosas que hay en el suelo, pero no veo nada.

—¿Tú logras ver mis llaves? —Le pregunto al hombre. 

—No, señorita, ¿cómo podría si su amiga me está ahogando? —Dice y al fijarme en él, veo como Rita lo tiene abrazado, mientras lo confunde con el chico que conoció en el bar.

—¡Ups!, aun así no la sueltes.

Sigo buscando, cuando de pronto se abren las puertas, volteo y es Flor…

—Flor... Florecita... —La abrazo y le doy muchos besos.

Ella me ayuda a recomponerme, y le ordena al chico que suba a Rita a una de las habitaciones de huéspedes, mientras a mí me lleva a la mía, dónde me ayuda a desvestir.

—¿La ves Flor?

—¿Qué, señorita? —Pregunta enojada, y yo señalo mi cicatriz.

—La causa de que en este momento me sienta como me siento.

—¿Cómo señorita? 

—Incompleta.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo