Victoria.
Con los ojos fuertemente cerrados me aferraba a un perfecto sueño: mi padre sonreía hacia mí en una soleada playa y me hacía señas para que me acercase. Parecía querer abrazarme, pero por más que corría hacia él las distancias no se acortaban.
Su eterna sonrisa me traía paz a ese momento angustioso.
¡Dios!
¿Qué estaba sucediendo?
Los pasos de alguien más resonando en eco por el lugar me hicieron detenerme a mitad de camino, volver la vista hacia el lugar por el