La espada grisácea no parecía tener una energía muy fuerte, pero su poder destructivo era enorme. El compañero que había sido alcanzado por ella gritó de dolor mientras caía del aire, y al golpear el suelo, perdió la vida instantáneamente.
Esta escena llenó de desesperación el corazón de Walberto. Fue entonces cuando vio la herida en su espalda: una misma espada grisácea estaba clavada en él, y el dolor era insoportable.
—¡Ahhh! —gritó Walberto antes de desplomarse al suelo. Con un solo ataque, Fane eliminó a cuatro personas, dejando a todos los presentes asombrados por completo.
Fane frunció el ceño. Al ver esto, Zagon, que había estado conteniendo su ira, no pudo aguantar más. Se volvió hacia sus compañeros y les exclamó:
—¡¿Qué están esperando?! ¡Maten a esos desgraciados! ¡Hace un momento, no pensaban dejar a ninguno de nosotros con vida!
Kenn y los demás respondieron de inmediato. Al ser empujados al límite, ya estaban decididos a luchar hasta el final. La humillación que habían