Rebeka trató de correr, pero sus piernas no respondían, si se caía la aplastaría la multitud, unos brazos protectores la motivaron a caminar.
—Vamos Rebeka, debemos escondernos.
Rebeka pudo ver que era Guadalupe.
—Niña ladrona, te aprovechaste de mí.
—Después te pido perdón, pero salvarte hoy me da mérito.
Guadalupe la hizo saltar a un pequeño bote pesquero y se cubrieron con muchas redes y ambas rezaron por no ser descubiertas, el olor a pescado en descomposición era nauseabundo, pero ambas lo resistieron, era mejor que ir detenidas, salieron de allí cuando cesó la algarabía y Guadalupe con esfuerzo sosteniendola con el brazo bajo su hombro la acompañó a casa, iban cerca cuando Diego las encontró, también iba llegando.
Diego vio a Rebeka y se asustó, corrió hacía ella sacándola de los brazos de Guadalupe.
—Rebeka, Dios mío, ¿qué te pasó? —Diego no esperó respuesta de su parte y la cargó haciendo esfuerzo con el brazo malo, pero no sentía dolor, la preocupación e