No llores

Gerald baja a mi cuello dejándome un beso muy parecido al que me había dado en casa de mis padres, sus caricias eran suaves y sutiles, como si tuviera cuidado de no romperme con ningún movimiento brusco.

Sus labios bajan hasta mi hombro dejando otro beso ahí para comenzar mi tortura, recorre mi espalda dejando pequeños besos húmedos en cada espacio que alcanza junto con ligeras caricias con sus dedos, cada espacio que besa lo siento suyo.

Lo escucho reírse de cada espasmo que da mi cuerpo, es una risa sutil, llena de lujuria, placer y anhelo de saber que otro sonido puedo hacer... el recorrido concurre en mi cintura, acaricia levemente el trayecto desde mi ombligo hasta mi vientre y alcanza mi clítoris poniéndose de pie, aferrándome a su cuerpo, acariciando uno de mis senos, luego aumentando gradualmente la velocidad en donde trabajan ambas manos.

—Espera un minuto, Gerald, esto no está bien.

—Si lo está, sigue la corriente Mili, no estamos haciendo nada malo.

—Por supuesto que-…

Uno
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