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Capítulo 2: El encuentro inesperado.

Cinco años habían pasado.

—Liam, William, ¿Tienen sus maletas listas? — cuestionaba Victoria que miraba fijamente aquella orden de desalojo firmada por el banco.

—Si mamita, ya guardamos nuestros juguetitos. — respondieron al unísono un par de vocecitas infantiles.

Mirando a sus hermosos gemelos, Victoria sonrió a duras penas; aquella no era la mejor situación, y todo su mundo se le había derrumbado en la espalda, sin embargo, el ver a sus preciosos Liam y William, la hermosa mujer de cabellos rubios volvió a sonreír. Su sueño de ser madre hacia casi cinco años se había vuelto realidad después del nacimiento de sus hijos un helado diciembre, y mirando sin perder detalle aquellos hermosos ojos azules como zafiros y sus cabellitos negros, Victoria supo que, a pesar de todo, ella tenía que salir adelante por ellos.

—Vengan aquí par de angelitos hermosos. — dijo Victoria tomando a Liam y William entre sus brazos, el sentir su aroma, sus pequeños bracitos aferrándose a ella y el amor inmenso que sentía hacia ellos, se prometió a sí misma ser fuerte.

—Mamita, ¿A dónde iremos podremos tener un papito que si nos quiera? — cuestionó Liam con lagrimitas en los ojos.

—Henry era muy malo, siempre decía que él no era nuestro papito y que tú eres una mala mamita, pero el malito era él. — dijo el pequeño William con enojo.

Victoria sintió como su corazón se apachurraba ante las palabras de sus hijos. Realmente, cuando los gemelos tenían dos años de edad, ella se había enamorado de Henry Pines y se había casado con él. Sin embargo, el hombre había resultado ser todo un miserable que nunca trabajó realmente y que, además de engañarla con su propia hermana, Vanessa, la había dejado en la ruina después de vaciar sus cuentas e hipotecar el departamento que con tanto esfuerzo le había costado a ella conseguir para huir con su hermana. Sus malas decisiones, tal vez, la habían llevado a ese punto de quiebre en el que se encontraba actualmente.

En Estados Unidos Victoria se había reencontrado con sus padres y hermana que años habían emigrado hacia el país, sin embargo, y luego de la traición de su ex esposo Henry y de su hermana Vanessa, sus padres y amistades le habían dado la espalda a ella, y con amargura se había encontrado completamente sola en el peor momento de su vida, ahogada en deudas y ya sin un techo sobre su cabeza en donde mantener a sus hijos a salvo.

Su vida se había desmoronado, y arrugando en su mano aquella notificación de desalojo del banco que la obligaba a dejar su hogar, Victoria había tomado la decisión de regresar a Palermo en Italia y comenzar su vida desde cero y lejos de la familia que la había traicionado.

—Verán que les gustará Palermo, es una ciudad muy linda y hay una playa cerca, nuestra vida será para mejor. — respondió Victoria con sinceridad, pero también con miedo.

Un par de horas más tarde, y con tan solo un par de maletas de ella y un par más de sus gemelos, Victoria abordaba el avión que la llevaría de regreso a la ciudad que hacía tantos años había dejado atrás. Se sentía triste; casi derrotada por la vida, pero mirando a sus hijos a su lado, apretó los dientes y supo que no podía rendirse. Comenzarían una nueva vida, y esta vez, sería mucho mejor.

Dos días después en Palermo, Italia, Lorenzo Visconti leía el último informe de su mano derecha; la mujer que había recibido su donación aun no aparecía, pues sin apellido había resultado imposible encontrarla. El Doctor López, director del hospital de fertilidad de Palermo, se había negado rotundamente a revelar la identidad de la mujer que tenia a su hijo o hija que para entonces ya debería de tener cuatro años al menos, y después de que el médico a cargo de haber realizado la inseminación artificial huyera llevándose consigo los documentos, le había resultado casi imposible averiguar cualquier cosa, sin embargo, una fuente había revelado que la mujer en cuestión parecía estar viviendo en los Estados Unidos, aunque no había nada que realmente pudiera asegurarlo.

—Señor, además de eso, debe de saber que uno de nuestros cargamentos menores fue interceptado por la interpol, todo parece indicar que alguien ajeno a Sacra nos ha estado vigilando y ha estado filtrando la información, y tal y como usted lo supuso, todo parece indicar que la persona en cuestión es Laurent Visconti, su hermano. También, los cuidadores del almacén aseguran que falta mercancía, por lo que debemos revisar el inventario, pues esta noche en el Paradise tendremos invitados importantes, y su bar debe de tener la mejor mercancía, señor, si falta algo de lo que se pidió para este evento, tendremos problemas.  — dijo Armando, el asistente de Lorenzo.

Lorenzo frunció el entrecejo.

 —Averigüen que tan confiable es su fuente con respecto a la mujer que recibió mi donación, el tiempo sigue pasando y mi hijo o hija aun no aparece…en este momento lo único que me interesa es averiguar todo sobre esa mujer, busquen de nuevo al doctor López, él debe de decirme todo sobre ella. Yo mismo iré a revisar el almacén. — exigió Lorenzo.

—Si señor. — respondieron sus hombres.

Al mismo tiempo, en Palermo, un autobús se detenía frente a un viejo edificio de departamentos, y Victoria junto a sus hijos descendían del mismo. Los ojos grises de Victoria admiraron con nostalgia aquel lugar que fue su hogar durante muchos años. Por supuesto, no tenía a donde llegar, pero aquel lugar era el único que la hacía sentir un poco más segura.

Tomando su celular, Victoria marcaba un numero conocido; el único que conservó de la vida que había dejado atrás en Palermo. Mordiéndose el labio, la mujer acarició el lacio cabello oscuro de sus gemelos quienes jugaban sentados en el suelo, mientras escuchaba el tono de llamada, hasta que, finalmente, una mujer al otro lado de la línea respondió.

—¿Victoria?, ¿Eres tú? — cuestionó una mujer preocupada al otro lado de la línea.

—Si, soy yo Rebecca, disculpa, pero he vuelto a Palermo y en una muy mala circunstancia…— respondió Victoria con seriedad, distrayéndose momentáneamente de sus pequeños gemelos.

Liam, tomando uno de los cochecitos de juguete, empujó al mismo hacia la calle, y sin la mirada supervisora de su madre, el pequeño gemelo de cabellos negros bajó de la banqueta tras su cochecito.

—¿El bar Paradise?, si, lo conozco, ¿Estás segura de que allí me darán trabajo? — cuestionó Victoria alzando su vista hacia los gemelos, y notando que Liam había bajado hacia la calle tras su juguete, y el semáforo había cambiado comenzando los vehículos a moverse.

Abriendo los ojos con gravedad, Victoria corrió dejando caer su teléfono intentando tomar a Liam.

—¡Liam! — gritó Victoria corriendo desesperada, mientras el pequeño Liam se había quedado completamente paralizado sosteniendo entre sus manitas aquel auto de juguete.

Repentinamente y desde el otro lado de acera, un hombre alto y de cabello oscuro, saltó hacia la avenida tomando al pequeño Liam en sus brazos y llegando con el hacia la banqueta en donde Victoria y el pequeño William se habían quedado completamente helados.

Abriendo los ojos, Liam observó al hombre que lo había rescatado de los autos en movimiento. Su cabello era negro, sus ojos que lo miraban fijamente, eran tremendamente azules, muy parecidos a los suyos propios, su cuello tenía tatuajes, y el rostro desencajado en una mueca de sorpresa y preocupación, le pareció al pequeño de alguna manera conocido.

—¿Te encuentras bien pequeño? — cuestionó el hombre.

—¡Liam!, ¡Yo lo siento mucho!, en un segundo estaba debajo de la acera, ¡Muchísimas gracias señor! — gritó Victoria al borde las lágrimas acercándose al hombre que sostenía a su pequeño hijo entre sus brazos.

Lorenzo Visconti observó con detenimiento a aquel pequeño en sus brazos, su cabello, el color de sus ojos, era como verse a sí mismo cuando era un niño…sin embargo, la mujer que había recibido su donación en el hospital de fertilidad, estaba a un océano de distancia…pero no pudo evitar pensar que su hijo o hija, luciría muy similar al pequeño que temblaba entre sus brazos.

Desviando su mirada desde el niño que no se veía mayor a los seis años, los ojos azul zafiro de Lorenzo se fijaron en la mujer que llegaba escandalosamente a su lado junto a otro niño idéntico al que acababa de salvar. Eran hermanos gemelos.

Dando una mirada despectiva a la mujer rubia que lloraba de angustia, Lorenzo rechistó con molestia.

—Si no vas a tener la precaución de cuidar apropiadamente a tus hijos, tal vez no deberías de ser madre. — dijo Lorenzo dejando al niño en los brazos de su madre.

Victoria tomó a su pequeño Liam en sus brazos, y luego notó lo alto y peligroso que se miraba aquel hombre, y con voz trémula, aquel rostro extrañamente familiar, la hizo estremecerse un poco.

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