~Lira~

Ni siquiera llegué a la cama, apenas pude cerrar la puerta porque tropecé dentro de mi habitación como si mis piernas no me pertenecieran, solo una cosa enferma y empapada poseída por su olor. El de Damián, el del Alfa. Su sudor, su piel, su pene.

Joder.

Mi espalda golpeó la puerta con un ruido sordo y me quedé allí. Temblaba, respiraba como si acabara de correr kilómetros descalza por la nieve. Mis manos temblaban, mi coño palpitaba, mis bragas se pegaban a mí como seda mojada, empapadas por completo, aferrándose a los labios de mi coño como si intentaran mantener el calor dentro.

Pero era inútil, estaba goteando, tan jodidamente mojada que se sentía mal.

Me quité la bata de la piel en un movimiento lento y sin aliento. Mis pezones estaban duros, rígidos como diamantes, rozando el aire, rozando mi cabello. Cada movimiento me hacía gimotear. El aire fresco besó mi pecho, pero mi piel ardía. Era fuego, llama y necesidad en estado puro.

Mis muslos se frotaron mientras caminaba hac