Capítulo 26. Sangre y obediencia.
~Damián~
—Con efecto inmediato, los juramentos de sangre serán renovados. Las rutas de patrulla serán rotadas y todos los lobos serán inspeccionados al amanecer. Cualquiera que se niegue, desaparece.
Rubén se movió en su asiento, lenta y cuidadosamente.
—¿Qué quiere decir con… desaparece?
Lo miré directamente a los ojos.
—Quiero decir que les cortaré la cabeza y la dejaré en la frontera como un regalo para los renegados.
No siguió ni una palabra, solo el leve raspado de una silla mientras alguien intentaba sentarse más erguido.
Me recosté. Mis dedos tamborileaban en el reposabrazos, de forma lenta, rítmica, creando un sonido que los atormentaría durante semanas.
—¿Quieren sobrevivir a esta guerra? —Pregunté—. Entonces sigan mi ejemplo, no tienen que quererme, ni tienen que confiar en mí, solo tienen que obedecer, joder.
Y uno por uno, obedecieron.
Sus barbillas bajaron, sus voces fueron silenciadas, tenían las cabezas inclinadas. Pero no sonreí, no hice una mueca, ni me moví. Los dejé