POV Isabella.

El vuelo a París fue un suplicio. Cada minuto en el aire me acercaba a la inevitable confrontación con Armand, a los temidos chequeos médicos que sellarían mi destino, y a la decisión final sobre el bebé. Seattle, con su mar turbulento, se sentía como un puerto seguro que acababa de abandonar.

Al aterrizar en el aeropuerto de París, el aire frío y la luz gris de la ciudad no pudieron ocultar la pompa habitual. Un coche de lujo con el emblema de Dubois me esperaba.

En lugar de Armand, un chofer formal me condujo directamente a la imponente residencia de la familia en la Avenue Foch.

La Condesa Eleanor me recibió con una sonrisa cariñosa, pero sus ojos denotaban una preocupación velada. Había una frialdad subyacente en su voz que antes no existía.

—Isabella, querida. Qué bueno que llegaste. Armand está en el estudio. Estará contigo en un momento.

Asentí, sintiendo el nudo en el estómago. La condesa me condujo a mi habitación, que era, como siempre, lujosa y confortable.

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