Capítulo 2

Elara

—¿La abofeteó? —susurra mi padre, recostándose brevemente en el asiento con una sonrisa tontuela que me arranca una risa corta.

—¿Le dio fuerte? —bromea, guiñándome un ojo mientras enciende el motor. Detrás, el camión de mudanza nos sigue por la carretera.

—¿Y tú, papá? ¿No eras el Beta? —pregunto. La voz me sale más pequeña de lo que quería. No respondo a su chiste; necesito que él me conteste todas mis preguntas.

—No voy a seguir en una manada que desprecia a mi hija. Si la empujan a irse, yo me voy con ella —dice, seco, con esa firmeza que corta cualquier intento de réplica.

El alivio me golpea primero, pero enseguida llega la culpa: los arranco de todo lo que conocen, y el peso de eso me oprime el pecho. Mi madre me toca la rodilla, su mano cálida es un ancla en medio del caos.

—Todo saldrá bien, Ellie. Lo prometo.

Yo no estoy tan segura, y lo que pregunto lo sabemos todos:

—¿Quién aceptaría a una chica sin lobo?

—No estás sin lobo, solo eres tardía —responde ella, aferrándose a la esperanza como si el simple hecho de nombrarla pudiera traer el cambio—. Eres hija de dos lobos; tu lobo vendrá.

Mi padre interviene con una noticia que me deja helada:

—Nos mudamos a Black Creek. El Alfa Ryden ofreció acogernos.

La sangre se me congela. He escuchado ese nombre antes. Las historias no terminaban bien.

—¿No es la manada que estuvo en guerra con Blue Mountain? —pregunto, intentando sonar indiferente, pero el temblor en mi voz me traiciona.

—Sí —dice mi madre—. Pero Ryden ha sido... comprensivo. Y nos necesita.

“Comprensivo.” La palabra suena hueca. Las leyendas que circulan sobre él hablan de un líder implacable, un hombre que inspira obediencia a través del miedo. Mi estómago se enreda en un nudo. Si hay alguien a quien temer más que a Roland, ese es Ryden Steele.

—¿Sabe que no tengo lobo? —pregunto al fin, y la pregunta me escuece por dentro.

—No será un problema si demuestras ser útil —responde mi padre con tono pragmático—. Solo tienes que encontrar tu lugar.

Me río sin humor. Encontrar mi lugar. Como si pudiera fingir hasta que el milagro ocurra.

El viaje se hace eterno. El paisaje cambia, pero la inquietud sigue ahí, persistente. Me duermo a ratos; el traqueteo del camino se mezcla con pensamientos que no quiero tener.

Cuando despierto, estamos en un almacén. Los hombres de la mudanza descargan nuestras cosas mientras el cielo se tiñe de un gris que presagia tormenta. El cuerpo me duele, pero lo que pesa de verdad es la incertidumbre.

Un auto negro se detiene junto al nuestro. Dos hombres bajan. Su sola presencia basta para que dé un paso atrás. Huelen a bosque, a metal y autoridad. Esa mezcla que los cuentos nunca logran describir del todo.

—El Alfa solicita ver a la familia en la Casa de la Manada —dice uno de ellos, el de cabello oscuro, con una voz llana, de quien no pide permiso porque no lo necesita.

El otro me observa con detenimiento, olfateando el aire apenas, como si buscara una grieta invisible. Cuando sus ojos —fríos, afilados— regresan a mi rostro, hay algo en ellos que me pone la piel de gallina. No sé si es desprecio, curiosidad o un peligro que todavía no entiendo.

Mi padre le estrecha la mano con firmeza. Mi madre intenta una sonrisa que apenas se sostiene. Yo la imito, pero la mía se quiebra antes de formarse del todo, justo cuando el hombre inclina la cabeza y murmura una palabra que no necesito comprender para saber que nada volverá a ser igual.

—Ven, Ellie —dice mi padre, empujándome suavemente hacia la sombra del auto.

Cuando cruzo la distancia entre nosotros, ambos hombres levantan la vista al mismo tiempo. Sus miradas son duras, frías, tan intensas que me dejan sin aire por un instante. No hay calidez ni cortesía en esos ojos, solo una advertencia muda.

Y entonces, sin que nadie diga una palabra más, todo parece detenerse.

Un nudo de miedo se instala en mi pecho, apretando hasta doler.

Por primera vez en mucho tiempo, desearía poder dar un paso atrás.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP