Maciel golpeó a su hijo en la cara, Kayo tocó su propia cara que aún ardía.
- ¡Volvió a casa dispuesto a acabar con mi vida!
- Regresé porque esa perra me lo pidió.
- Le pidió que se ocupara de la invalidez de Carolina. - Maciel gritó.
– La culpa fue de Elizabeth, sí, lejos estaba tratando de aceptar el hecho de que ella estaba en brazos del señor. Sara estaba haciendo mi vida miserable y yo estaba tratando de usar la distancia para conformarme, pero me llamó diciendo que estaban de vuelta en la mansión y que necesitaba mi ayuda. Cerca y viéndola todos los días rehén de lo que sentía por usted, yo no lo soporté. - ¡Suspiro de angustia! - ¡Yo la amo padre!
- Eso no es amor, ¿y yo, Kayo? ni por un minuto, ¿has pensado en el amor por tu padre?
- No hay otro amor dentro de mí que no sea por ella.
- ¡Abran la celda, yo quiero salir de aquí, siento asco de todo lo que oí!
El carcelero abrió y Maciel salió.
- Ella no te perdonará por haberme defendido, tú tampoco la tendrás padre.
Maciel sal