—Creí haber oído voces por aquí. ¿Está todo bien, Dami? —dijo una mujer muy atractiva al entrar en la habitación con una sonrisa radiante, aparenta tener unos treinta y tantos años. Su cabello era negro azabache y brillaba cuando le daba la luz del sol; tenía el tipo de cabello que debería salir en los anuncios de champú y que realzaba sus impresionantes ojos azules y piel impecable. Llevaba un ajustado vestido negro que mostraba su figura de reloj de arena y tacones de aguja negros, con las uñas de las manos y los pies pintadas de un color rojo brillante. Era el tipo de mujer que haría sentir insegura a otra en cuanto la viera.
—Sí. Clarisa, esta es Estrella Blanco, una nueva estudiante que acabo de traer desde el reino humano. ¿Podrías asignarle una de las habitaciones individuales en Rubí? —comentó el señor Collins mientras sacaba el expediente que el policía le dio de su maletín y se lo entregaba a su asistente.
—¿Estás seguro? Hay mucho espacio para ella en Ámbar o Zafiro —agregó Clarisa, evaluándome con la mirada de arriba abajo, antes de arrugar un poco la nariz.
—Por favor, ponla en Rubí y asegúrate de que tenga todo lo que necesita —respondió él con desdén, luego se sentó en su escritorio y abrió un portátil.
Me quedo ahí de pie, sin saber qué se suponía que debía hacer. El señor Córdoba miró a Clarisa, luego a mí.
—Eso es todo —gruñó.
—Por supuesto, Damián. Estrella, sígueme por favor —Clarisa sonrió con rigidez.
—Pero... —empecé.
—Eso es todo, señorita Blanco. Clarisa le conseguirá todo lo que necesite y alguien irá a su dormitorio en breve para responder a todas sus preguntas y ayudarla a instalarse. Bienvenida a la Academia Gris. Espero que no haya necesidad de tener más visitas de su parte en mi despacho —dijo el señor Córdoba con frialdad, luego volvió a centrar su atención en su portátil.
Con un suspiro, seguí a la perfecta Clarisa.
Salimos del despacho a un pasillo acristalado. Los tacones de Clarisa sonaban con fuerza en el suelo de mármol crema. Todo se sentía demasiado brillante y reluciente, odiaría ser la persona que limpiaba esa zona, en realidad, debía haber todo un ejército de personal para la limpieza manteniendo limpios todo el cristal y el mármol en ese lugar.
Clarisa me llevó a un ascensor y dejo escapar un audible suspiro al recordar mi último viaje en ascensor antes de ser secuestrada por un idiota sexy, grosero y... ¿superhumano? Luego resoplé y solté una risa al pensar en lo que estaba pasando; estaba en el mismísimo Hogwarts, y eso convertía al señor Córdoba en el profesor Dumbledore. Clarisa me lanzó una mirada de desaprobación.
—Lo siento, ha sido un día loco —le expliqué.
—Me imagino. No te preocupes por Damián, se estaba duchando cuando lo llamaron para informarle sobre ti, tuvo que salir corriendo sin su café de la mañana, se pone de mal humor cuando no toma su café —rio, de una forma un poco exagerada para ser real.
Repentinamente, mi mente se llenó de pensamientos sobre el señor Córdoba en la ducha, entonces me di cuenta de lo que ha dicho. Si ella estaba allí cuando él recibió la llamada, eso significaba que ella estaba allí cuando se estaba duchando. Era su novia... o su mujer. Por supuesto que lo era, era guapa y él estaba buenísimo, eran la pareja perfecta.
Eso explicaba por qué él se alejó de mí como si estuviera en llamas, no quería que su novia se llevara una idea equivocada. Mi corazón se hundió un poco, pensé que había sentido algo de química en nuestro corto encuentro, pero supongo que fue un pensamiento estúpido de todos modos. Era su alumna, y no sabía cómo funcionan las cosas allí, pero estaba segura de que era lo mismo que en el mundo humano. El hecho de que los alumnos y los profesores salieran es un gran no. ¿Por qué estaba perdiendo el tiempo pensando en eso cuando mi vida acababa de ser completamente destruida?
—¡Espera! —dejé escapar—. Necesito volver... mi madre —logré decir entre jadeos de pánico.
¿Cómo he podido olvidarme de mi madre? El sentimiento de culpa me inunda al instante.
—No te preocupes por nada de eso aún, el tiempo funciona de forma diferente aquí, así que nadie te echará de menos todavía. Además, Damián se encargará de todo y tu madre estará bien. Estoy segura de que te mantendrá informada sobre asuntos personales como ese —sonrió.
—Está bien —asentí—. ¿Qué pasará con mis cosas? ¿Puedo volver por ellas? —pregunté.
—Damián se encargará de que tus pertenencias lleguen aquí, intenta no preocuparte y céntrate en hacer tu nueva vida. Sé que es un momento difícil, pero estoy segura de que serás feliz aquí, haremos todo lo posible para que esta transición sea lo más fácil posible para ti —dijo mientras caminábamos por un laberinto de pasillos de cristal y mármol.
Salimos del edificio a un patio con una enorme fuente en el centro. El agua salía por cuatro caños. Encima de cada caño había un gran cristal. Clarisa deja de caminar un momento para dejarme admirarlo.
—Cada cristal representa una casa de nuestra Academia. Te han asignado a Rubí por el momento —señala la piedra roja—. Puedes identificar fácilmente a los estudiantes de tu casa por el color de su corbata. Rojo para Rubí, verde para Esmeralda, azul para Zafiro y amarillo para Ámbar —explicó, luego seguimos caminando.
Mentalmente, puse los ojos en blanco ante la idea de volver a usar un uniforme. Ya tenía casi 19 años, pero sentí que volvía a estar en el instituto.
—¿Dónde están los otros estudiantes? —pregunté, fijándome en lo tranquilo que estaba todo.
—Están todos en clase, terminarán pronto. Tenemos poco más de 300 estudiantes aquí, puede haber mucho movimiento entre clase y clase —hizo una mueca.
Un movimiento en la distancia me llama la atención y apenas pude distinguir a un grupo de unas treinta personas. Se movían rápidamente unos alrededor de otros, como si estuvieran bailando. Sin embargo, a medida que nos acercamos, me di cuenta de que estaban luchando.
—Entrenamiento de combate —comentó Clarisa—. Es nuestro próximo escuadrón de soldados —añadió con orgullo.
Quería dar un vistazo más de cerca, pero Clarisa me hizo señas para que avanzara hacia un edificio de piedra de aspecto antiguo que estaba adornado con Rubíes.
—Este es tu edificio —dijo mientras cruzábamos la puerta.
Miré a mi alrededor con asombro, era impresionante. Era como un antiguo castillo por dentro, pero con todo lo que se esperaría de una casa moderna. El gran espacio tiene paredes de piedra con gruesas cortinas rojas alrededor de los enormes ventanales. También había sofás esparcidos alrededor de una gran alfombra con una chimenea de piedra y fuego de verdad. Había un televisor de pantalla plana grande montado en una de las paredes, con consolas de videojuegos en las estanterías debajo. A cada lado de la habitación había una gran escalera que se unía en la parte superior. Seguí a Clarisa por las escaleras y un pasillo, pasamos dos puertas antes de que se detuviera y me entregara una llave.
—Esta es tu habitación, te daré algo de tiempo para que te instales, alguien vendrá en breve para enseñarte los alrededores —sonrió y se alejó antes de que siquiera pudiera murmurar un gracias o abrir la puerta.