T E R C E R O .

Capítulo tres. 

Nemesis. 

Se encontraba otra vez allí, en ese maldito estudio, no sabía con certeza la hora, únicamente que no había podido pegar ojo en lo poco que transcurrió de la noche. Estuvo horas intentando recibir alguna palabra, sonido, o cualquier signo de vida a través del enlace que compartía con Sirio. De el otro lado nada había emitido palabra. Algo andaba mal su hermano jamás le haría sentir tal desesperación como la que la embargaba en aquel momento.

—Magnus vendrá enseguida.

Asintió con la cabeza hacia un Bastián adormilado en ropas de dormir, agradeció que este saliera por la puerta dejándola sola con sus pensamientos. Prefería aquello a sumergirse en un sentimiento de incomodidad por la poca tolerancia que sentía hacia todos los habitantes de aquella corte.

Cuando la puerta del estudio se abrió no le bastó la anticipada preparación ante el aroma de Magnus, la esencia almizclada se adentro por sus fosas nasales volviendo cada nervio a la vida. Quizás si no estuviera tan preocupada y su corazón manchado de rencor, hubiera sucumbido ante el lazo, confesando su verdadera identidad y la sangre pura que corría por sus venas. 

—¿Qué sucede?, he venido en cuanto Bastián me ha llamado.

Quizás si fuera otra chica,  u otra vida se hubiese derretido ante la preocupación en su tono. Pero el caso era que jamás podría entregarse a él, o eso es lo que pensaba, ya que el rencor hacia su abandono y desprecio ante su pueblo, la hacen odiarlo con ímpetu.

—He pensado en tu propuesta. – Marcus aún seguía a su espalda, en vez de ponerla nerviosa eso la reconfortaba ya que un solo vistazo a el la hacia sentir emociones que no podía controlar—Estoy dispuesta a ayudarte, pero tengo una condición antes de continuar con nuestra alianza.

Jamás estaría preparada para la imagen que posó frente a sus ojos, un Alfa adormilado con la cabellera revuelta, descalzo y sin cualquier retazo de tela que cubriera la parte superior de su cuerpo. Todo en él se encontraba en los lugares correctos, cada músculo cincelado , cada vena en los fuertes brazos y manos. Ese tono mantecoso dejado por el cálido beso del sol.

Intento disimular el fallo que tuvo en su respiración con un fuerte carraspeo. El la miraba directamente sin siquiera pestañear, sus facciones una mezcla entre confusión y curiosidad. Él jamás podría darle nombre a esa atracción sin precedentes que estaba sintiendo, ya que ella guardaría su secreto siempre.

 —¿Cuál es esa condición?.

—Quiero que saques a mi pueblo del asentamiento diez, a todos y cada uno de ellos . Cobijo, alimentos y protección. 

—El palacio es grande para albergarlos a todos…

Lo cortó en medio de la frase negando con la cabeza, dejando los sentimientos de lado por un segundo.

—No, en el palacio no, quiero un predio grande para todos nosotros. Alejado de todo el Glamour y la gente de tu corte. Jamás encajaremos eso sería una incomodidad para ambos pueblos.

No supo por qué motivo frunció el ceño, quizás por no incluirse dentro de aquella corte que gobernaba al mundo entero, o por separarlos como si fuesen dos especies enemigas.

—Está hecho, en la tarde saldremos a buscarlos.

Volvió a negar con la cabeza , no podía confesarle el motivo de su desesperación, un Omega no posee ninguna cualidad y mucho menos la capacidad de crear enlaces entre personas. Si ella le confesaba de sus dones él sería lo suficientemente inteligente como para atar cabos ante esa inexplicable atracción.

—Al amanecer. En el momento en que mi familia esté a salvo ahí comenzaremos a hablar sobre nuestro trato. – se paró del asiento sin esperar respuesta alguna.— Que tengas buenas noches.

Y se fue dejándolo allí parado en medio del despacho.

Aun si darle un sí a su petición, a los primeros rayos del alba Némesis fue escoltada por Bastián a las caballerizas donde un grupo de diez guardias del castillo y un sinfín de carretas aguardaban la marcha. No divisó a Magnus pero por el tenue aroma de su esencia supo que ya se encontraba allí.

—Ven por aquí.

Bastián la llevó entre el gentío hacia una yegua de el puro color de el ónix, Némesis la acarició con amor embelesada con la fuerza del animal y el pelaje suave como la seda que se escurría de entre sus dedos.

—Esta es Laya, era la yegua de mi madre.

Se tenso ante la voz proveniente de su espalda, en lo más hondo de su alma sintió tristeza ante la pérdida y la agonía de su voz al pronunciar a su madre. 

Némesis en algún

 Momento de su vida anhelo recordar, saber lo que se siente el calor de una madre y un padre dándote el más puro de los amores. Con el pasar de los años y de las lunas ese anhelo fue borrado de su interior, tuvo que hacerse fuerte para defender y preservar al pueblo en ruinas que la cobijó con cariño.

No respondió nada ante la confesión de Magnus, tampoco se dio la vuelta para enfrentarlo. Era la primera vez en cuarenta años que tenía miedo de no poder controlarse a sí misma.

—Cuando estés preparada te seguiremos.

Sintió sus pasos alejándose,  soltó el aire que no sabía que había contenido. Monto  al precioso animal y lo condujo fuera de aquella ciudad que parecía de fantasía.

El camino transcurrió en silencio, uno muy incómodo. Podía sentir la mirada de todos aquellos extraños clavándose en su espalda. Los cuchicheos tampoco pasaban desapercibidos. Algunos la observaban con repulsión, ante su vestimenta raída y sucia, otros los más inteligentes guardaban su distancia fijando su mirada llena de miedo en ella. Si bien su olor corporal corresponde a un Omega, coda que ella se encargaba de mantener a cada segundo del día, debajo de su piel algo antiguo y poderoso se retorcía luchando por salir. Aquellos los más astutos, le hacían caso al instinto y no se acercaban sin saber a qué se debía ese sentimiento de alarma hacia ella.

—Estamos cerca.

Hablo por lo bajo, aunque no pronunció nombre alguno Magnus colocó su montura siguiendo el paso de la hermosa Laya.

——Cuéntame de tu pueblo, hay muchos niños?.

El rostro de Némesis se ensombreció, en los ojos de el Alfa pudo ver el sincero interés, y que aquella pregunta no había sido hecha con malicia, sin embargo no pudo evitar la ira que la invadió.

—No hay ninguno.

—¿Qué?, ¿por qué?.

—Los adultos hicimos un juramento, nadie traería niños al mundo. No sufrir el hambre y la desolación que vivimos.

—¿Acaso no quieren encontrar a su alma gemela?

Lo miro, con la estupefacción tatuada en el rostro. Magnus también la estaba observando con la misma curiosidad que un niño pequeño. Sus orbes brillaban de tal forma que las llamas parecían bailar dentro de estos.

—Somos una manada de Omegas, menos que Omegas. Una manada con apenas una pizca de sangre licántropo en nuestras venas, sabes que no existe eso de las almas gemelas en personas como nosotros, que ni siquiera somos el último eslabón de la jerarquía. Simplemente no pertenecemos a ella.

Frunció el ceño.

—No se necesita ser descendiente de un andrógino, un Alfa puro, ni tan siquiera un Beta para tener un alma gemela. El amor también existe para aquellos seres que ya vienen  completos, y esa es la mejor parte. No hay ningún vínculo, ningún mandato divino que te dicte quien es para ti, es una elección por parte de ambos, elegirse sin tener una atadura por parte de el destino que te diga a quien tienes que amar.

Némesis le sonrió con sarcasmo.

—Un gran discurso para alguien que nos abandonó por no ser suficientemente importantes para él.

El dolor cruzó su rostro, deformando aquellas facciones hermosas. Némesis creyó sentir una punzada en su corazón, no tuvo tiempo para analizar lo sucedido cuando la voz de uno de los guardias de la realeza gritó por lo alto.

—Hemos llegado.

Instintivamente la cabeza de Némesis se giró hacia el frente y lo que vieron sus ojos rosas la destrozo completamente, frente a ella no había más que muerte y devastación. 

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