Episodio 2

LYNETTE

Abro los ojos lentamente, esperando que todo haya sido más que una pesadilla, la boca la siento pastosa y me tomo el tiempo para respirar con profundidad, aclarar mis ideas, me incorporo, justo cuando la puerta se abre y entra el doctor. Quien resulta ser nada más y nada menos, que mi ex novio de preparatoria.    

—Lynette, nos volvemos a encontrar.

Me quedo sin habla en cuanto veo a Zair, de pronto, me entra el remordimiento por lo que hice en el pasado y cómo actué, incluso no puedo sostener la mirada por mucho tiempo, la vergüenza y el desazón me invaden, me muerdo el labio inferior, moviendo mis manos con nerviosismo. 

—¿Te han dicho algo? —rompe el silencio que nos envuelve. 

Niego con la cabeza. 

—Cuando desperté solo dijeron que me asististe, al parecer había una toxina en mi sistema, pero me salvaste —mi corazón comienza a bombear a toda velocidad—. ¿Puedo ver a mi bebé? La enfermera y la doctora no me han querido decir mucho.

Puedo notar cómo el cuerpo de Zair se tensa, mantiene las manos dentro de los bolsillos de su bata y no deja de mirarme con esos ojos de un azul tan claro, con motas grises. 

—Tuviste gemelos, Lynette —confiesa con lentitud—. Me contaron sobre tu embarazo por subrogación, sé que apenas nos vimos y no hemos hablado en años, pero… ¿Por qué lo hiciste? 

Respiro con profundidad, gemelos, tuve, gemelos. 

—Ambos varones —responde como si pudiera leer mi mente. 

—Gracias —relajo mi cuerpo. 

Sabía que al nacer, no tenía tampoco derecho a verlos, es solo que mantenía una pequeña dosis de esperanza para que pudiera ver a mi bebé, en este caso, bebés. 

—Mi madre tiene un problema de corazón, hace cinco años que lo descubrimos, el asunto es que pude hacerme cargo de los gastos, con el tiempo, su estado de salud iba en caída, el doctor dijo que era necesario un nuevo trasplante, antes de un tratamiento, esas cosas salen caras, busqué y encontré uno que otro trabajo, nada era suficiente con los gastos que se vinieron después, por ello, encontré esta solución y podré sacarla de la lista de espera que parece interminable para adelantar las cosas —me quedo sin aliento. 

—Entiendo —susurra—. Un contrato millonario, supongo. 

—No sé mucho del padre, solo sé que se llama Alan Soto y que vive aquí, en San francisco

—arrugo la nariz.

Zair parece estar memorizando cada una de las palabras. 

—¿Sabes cómo es? —se pasa los dedos de la mano por la barbilla, a modo de hacerlo ver como un anciano sabio—. ¿Puedes describirlo? 

Frunzo el ceño. 

—¿Por qué el interés? —enarco una ceja con incredulidad.

—Curiosidad —espabila—. Bueno, el asunto es que al parecer el abogado encargado del contrato, se llevó solo a un bebé. 

—¿Por qué? —me pongo en alerta, temerosa de que no cumpla y no me dé la segunda parte del dinero para la operación de mamá. 

—Uno de los gemelos nació débil, lo siento, de hecho, no debería decirte esto, pero cuando fui a cuidados intensivos, una mujer vestida de enfermera, intentó asfixiarlo —dice. 

El miedo y la incertidumbre me golpean duro, una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo, el pecho me sube y baja, hago un recuento de los daños y rápido busco mi móvil, Zair me pasa la maleta con las cosas que había preparado, encontrando el móvil, le llamo al abogado, no responde, hago cinco intentos más, pero me dicen que el número está fuera del área de servicio, hago un último intento con el número del señor Alan Soto, obteniendo el mismo resultado. 

Cuando por fin me rindo, comprendo todo, él quería solo un hijo, lo dejó claro, seguro que cuando se enteró de que eran gemelos y de que uno de ellos había nacido débil, pensó que podía deshacerse de él, lo mandó matar, no lo quiere. La barbilla me tiembla y mis ojos se llenan de lágrimas que no tardan en rodar por mis mejillas, humedeciendo todo a su paso. 

—Lynette, si me permites darte un consejo, tal vez lo mejor es que desaparezcas por un tiempo, si intentaron matar a tu bebé, es por algo —añade Zair en tono sombrío. 

Justo en ese momento suena mi móvil, de hecho, es una notificación por parte del banco, en la que me dicen que la transferencia de la segunda parte del pago, ha sido realizada, lo que me confirma que, en efecto, el señor Alan Soto no quiso al bebé. 

—Quiero verlo —insisto. 

—No sé si sea buena idea.

—Por favor —suplico. 

Zair parece que se lo piensa dos veces, hasta que soltando un largo suspiro, asiente.

—Bien, pero solo cinco minutos, es un área en la que solo se tiene acceso por medio del personal autorizado, no civil —me explica y asiento. 

Cuando me lleva al la incubadora, el corazón se me parte en dos y al mismo tiempo se me llena de alegría, mi bebé es rubio aunque sacó los ojos verde intenso, seguro de Alan Soto, está conectado a un par de aparatos que monitorean sus signos vitales. 

—Eres tan pequeño —la voz se me rompe. 

Su mirada se ancla en la mía y sonríe. Es en ese momento en el que decido que si Alan Soto no quiso a este bebé, e intentó deshacerse de él, ahora es mío, de nadie más. 

—No te preocupes —le susurro colocando mis manos sobre el vidrio—. Mamá te va a cuidar siempre. No voy a dejar que nada malo te pase. 

Mi voz se quiebra, luego Zair me ayuda a llegar hasta mi habitación, él tiene razón, no puedo quedarme aquí, Alan tiene mucho dinero y por lo mismo debe tener muchas influencias, así que sin duda alguna, tengo que alejarme de San Francisco. Zair se despide y me quedo sola en la habitación, donde decido llamarle a mamá. 

—¡Cariño! —me saluda con su exceso de felicidad. 

—Hola mamá —logro recuperar la voz. 

—Me acaban de llamar del hospital, diciendo que los gastos de mi operación están saldados, al parecer me la harán en un par de semanas, quieren que todo esté en orden y listo —se apresura a decir, incapaz de poder ocultar la felicidad que la abraza—. ¿Me puedes explicar cómo es que eso sucedió? 

La sonrisa que se anclaba en mi rostro, rápido se desvanece. 

—Mamá, le pedí un dinero prestado a mi jefe —miento—. Prometí pagarle con horas extras, es por ello que tengo que irme a Texas, a otra de sus empresas donde solicitan ayuda, ahí podré trabajar para pagarle lo que le debo. 

—Oh, cariño, no debiste. 

—Eres mi madre, haría cualquier cosa para que estés sana y salva —me sincero. 

—Insisto, debiste haberme dicho antes. 

Niego. 

—Lo hecho, hecho está, no hay nada de que preocuparse, también te mandaré dinero para la recuperación y lo que haga falta. 

—¡Pero no quiero que te sacrifiques tanto, cariño!

Hablo con mamá por lo que parece más tiempo de lo planeado, ella intenta convencerme de que le diga el nombre de la empresa para darle las gracias personalmente, gracias a Dios logro que olvide el tema cuando le cambio de tema. 

Al finalizar, sintiendo una ola de frío por todo mi cuerpo, llamo a Daniela, mi mejor amiga, quien está estudiando una maestría en psicología forense en Italia. Ella me atiende enseguida, con ella no tengo secretos y en cuanto le confieso todo, acepta gustosa el recibirme en Italia. 

Para cuando me dan de alta, paso a ver de lejos a mi bebé, me dicen que se tiene que quedar en observación, al parecer Zair ordenó que hubiera más vigilancia para estar al pendiente y me asegura de que mi hijo estará bien, por lo que me despido, sabiendo que un par de días se mejora la salud de mi bebé, podré llevarlo conmigo. 

No es nada grave, sin embargo, quieren estar seguros de que todo marcha a la perfección con él, pienso en los nombres que le di en la mente mientras estaba creciendo en mi interior, y sonriendo, les llamo a los dos. 

—Mael y Malek, los amo. 

No importa que el destino los haya separado, Malek está conmigo y eso basta, ahora tengo que preparar las maletas para irnos a Italia, donde no nos pueda encontrar su padre y ejecutor; Alan Soto. 

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