Mark subía la escalera al segundo piso, con el ceño notablemente fruncido por la interrupción. Elam lo seguía tres escalones detrás, vigilando sus movimientos. Mark, molesto… podía desatar sus golpes, y no estaba para eso. Todavía se estremecía con el sonido que había hecho la cabeza de su hija al romperla contra el cristal. Le era increíble reconocer cómo la chica se había levantado como si nada hubiese pasado.
Una vez en la punta de la escalera, el alfa fue en dirección a su oficina cuando…
—¿No va a avisarle a Leticia que usted va a salir? —Elam lo interrumpió, recibiendo la mirada afilada de su jefe.
—¿Leticia?
—Sí, bueno, se supone que saldremos a primera hora de la mañana, pero con esta lluvia y que tendremos que desplazarnos para terminar la reunión en la empresa…
El alfa chasqueó la lengua y se dio la vuelta en dirección a Leticia, completamente serio. Elam lo siguió mirando por encima del hombro, justo hacia donde estaba la oficina. El dueño de aquella mansión se detuvo delan