Gavel sonrió. El tono de voz de la beta distaba de dolor o incomodidad; más bien, sonaba como si estuviera a punto de correrse dentro de muy poco. Por eso no disminuyó ni la velocidad ni la fuerza empleada, dado que el cuerpo de Cassandra temblaba cada vez más. Y su sexo estaba chorreando líquido en su otra palma.
Sí, se correría y mucho. Gavel fue quien gimió esta vez, con su miembro palpitando dolosamente entre sus muslos por estar desatendido, pero no era su momento. Quería ver a Cassandra perder el control, correrse hasta perder el sentido, y todo eso siendo provocado por él.
Así que siguió insistiendo hasta que la sintió crisparse y casi gritar. Cassandra se quedó rígida tras esto y lo miró por encima del hombro.
—Oye, espera—
Sin embargo, los ojos del alfa brillaron; lo había encontrado, su punto más sensible y lo atacó con la punta del consolador.
Cassandra perdió toda su fuerza, gimiendo y estremeciéndose, sin poder escapar de todo aquel estímulo, sin poder tomar el control co