Mentiras

No paso mucho tiempo, hasta que la emperatriz tuvo una grata respuesta de la guerra que los dos imperios habían tenido.

—Aquella batalla que le dio la victoria a las Bestias, se dio por falta de comunicación, una traición y un atentado contra la vida del emperador Rodolfo II, durante una charla donde se planeaba garantizar la paz entre ambos imperios —leyó en la mente delante de su concejero.

—Su majestad, me temo que es lo único que tenemos

—¿Por qué? —inquirió levantado la mirada

—No lo sé, tengo por entendido que el emperador Rodolfo no quería que Melione se enterara de este acto, sabe que el pueblo vela por la vida y para entonces el imperio tenia fuertes enemigos, al saber que la cabeza del reino estaba débil podrían atacar.

Alysa encorvo su dedo pegándolo a sus labios, volvió a revisar el pequeño fragmento dejándolo en su escritorio, observo al hombre con una sonrisa fingida indicándole con un gesto abandonar la habitación.

Él obedeció y en pocos segundos estaba sola.

Se inclinó contra la silla, relajando su cuerpo, un acto así significaba mucho para Bennett, ahora entendida porque él se negó, le debía una disculpa, pero al mismo tiempo las dudas nacieron.

¿Por qué no sabía de este acto si estudio gran parte de su vida la historia del imperio? Los libros externos debían tocar el tema, aun así, pareció nunca tener respuesta a sus preguntas.

En otra habitación del palacio, Bennett recibió al concejero de Alysa.

—¿Qué dijo? —lanzo la pregunta con severidad, con el ceño fruncido

—Nada su majestad, pero estoy seguro que entendió el mensaje.

—Perfecto, gracias.

De la misma manera, el concejero del emperador abandono el lugar.

Se relajó con una sonrisa en los labios, cubrió sus ojos con la palma de su mano, mientras uno de los pensamientos más perversos atravesó su mente.

«No voy a permitir que Alysa desautorice más mis decisiones, esa alianza no se va a concretar, sé que ama a su suegro, por eso, atentar contra la vida en una noticia falsa es la mejor opción que tengo. Debo proteger mi integridad y orgullo, hacerle entender a una Bestia que un hombre blanco tiene más beneficios contra una mujer que un hombre negro»

La guerra nunca fue así, Bennett manípulo la información, la emperatriz jamás sabría la verdad porque no hay archivo sobre la guerra, y sabe que jamás le preguntara al rey por educación.

Aunque desconocía lo que su mujer podría llegar a hacer, esa tarde, cuando el sol bajo y el atardecer se asomaba, Alysa tenía una pequeña reunión con Adrián bajo un roble, una pequeña reunión cultural a la que ninguno de los dos falto.

—Su majestad —nombro Alysa con una sonrisa amable inclinándose

Adrián respondió al saludo.

—Su majestad quiero hacer una pequeña solicitud, podría dejar de llamarme "su majestad" cuando estemos solos, también dejar de tratarme como lo hacen los demás —suspiro cansado

Lo miro confundida, pero aceptó su pedido, no era tan complicado.

De hecho, ella deseaba lo mismo, que dejaran de llamarla y pensar que ella al ser la emperatriz debía resolver cada pequeño problema que se atravesara, estaba agotada de todo, de todos.

—Su majes... —antes de continuar recordó —Adrián su solicitud es aceptada, pero a cambio deberá hacer algo por mí también

—De acuerdo su majestad, ¿qué desea de mi parte? —se llevó la mano al pecho

—Quiero que no me trate como una noble, solo como una amiga. No quiero títulos, no quiero reverencias, solo quiero la parte humana que todos tenemos. Y si no lo cumple, me temo que su solicitud será cancelada de inmediato —con seriedad en su voz, pero una pequeña broma detrás de su actuar

—Sus deseos son órdenes. Alysa Edevane —Contestó

Se sentó a su lado y prometieron no tratarse como nobles, solo querían ser personas normales. Por una vez en sus vidas pensaron que tendrían a ese amigo que no los trataría como si fueran dioses.

—Ese es el libro del que me estaba hablando —señaló

—Sí, ¿quieres leer? —preguntó con una sonrisa

Él asintió con la cabeza y leyó la sinopsis del libro, le interesó y leyó el primer capítulo haciendo pequeñas pautas para comentar. Para terminar, se dirigió a ella.

—Está bien narrado, y su primer capítulo es completamente cierto, no hay ninguna falta; mi único problema es que de aquí al capítulo diez se empieza a poner falso —comentó

—¿Ya lo leyó? —cuestiono con curiosidad

—No, solo le pedí a Marcus que lo hiciera —confeso

La emperatriz frunció el ceño, tenso los labios con los ojos envueltos en una sombra difícil de determinar.

Adrián pensó que había dicho algo malo hasta que escucho la risa de Alysa, se sintió maravillado con ella, era discreta, hermosa, pero a su vez vulgar por lo fuerte que sonaba, sus ojos perdieron esa sombra.

Volviendo a un azul brillante que trasformo un lugar oscuro, en un valle de luz desconectada de la realidad, no sabía que tenía, pero sí que le agradaba; era un recuerdo insólito que se llevaba las preocupaciones de todo aquel que la mirara.

Ahora entendía porque sentían celos, no cualquier mujer trae calma.

La tarde se mantuvo inerte, ambos emperadores habían perdido la noción del tiempo por lo compañía que tenían, uno, la amante que ama desde hace un año y la otra, el enemigo de su nación el acto más hipócrita para aquellos que distinguían el linaje del rey.

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—Qué bueno que llega, su majestad —Bennett parecía de un buen humor y eso le agrado

—Parece feliz, ¿pasó algo?

—No hay motivo de celebración para mi buen humor; siéntese por favor —señaló la silla a su lado

Accedió con su petición.

Por algunos minutos discutieron la alianza, con respecto al fragmento que entregaron, bajo una pequeña conclusión ambos decidieron dejar el tema sobre la mesa, una decisión crucial.

—Lo importante del pasado es aprender de él, no repetirlo, si el solicito una alianza y lo hemos escuchado, no veo la razón para temer.

—No estás viendo lo que yo veo. Alysa estuve ese día, mi padre estuvo a nada de pedecer en batalla, no son gente bien —contesto expresándose con sus manos

Pensó que todo había acabado, que sus palabras habían funcionado, pero también debía entender que fue un momento que marco la infancia de su esposo, que este evento había dañado la credibilidad de su imperio.

La mano de Bennett alcanzo su mejilla, la calidez en ella llamo su atención, los ojos de Bennett brillaba en una penumbra de emociones tristes, guiadas por su expresión, Alysa alcanzo su mejilla, bajo la mirada levantándola a los pocos segundos.

—Si lo hacemos juntos podremos ser un arma —bajo la voz

—No, no quiero experimentar, no quiero que seas tú la que pases el destino de mi padre —acerco su rostro

—Prometiste que los escucharías

—Me estás viendo sufrir por esta decisión, Alysa —pego sus labios a los de su esposa y un suave beso definió su siguiente movimiento —tomo precauciones ante él, por favor escúchame, te pido que pienses en mí y en el imperio

—¿Me está mintiendo emperador? —cuestiono

Bennett se detuvo en seco, sus sentidos se paralizaron y su sangre se helo al instante.

—¿Qué?

—Que es complicado seguir durmiendo con el enemigo bajo el mismo techo. Descanse su majestad.

—¡Alysa espera! —alzo un poco la voz tomando su mano —una vez más te pido que pienses en mí

Su mirada envuelta en tristeza seguida de su quebranto, el lamento en su voz y el dolor en su alma visto a través de sus ojos, confundieron a la emperatriz bajo su propio criterio, doblo el ceño levantándose de la silla, pego su cabeza a su pecho mientras su esposo sujetaba su cintura.

—Sí algo te pasara en manos de las Bestias, moriría

Ella no dijo nada, sus ojos permanecieron perdidos en la incertidumbre de su propio corazón, escucharlo así le dolía, pero ya había pasado por una traición.

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Eileen observaba desde la ventana de su habitación como los regentes del palacio disfrutaban de una cena al aire libre, algo poco convencional, pero que Bennett había organizado para su esposa como parte de su buen comportamiento y mala reputación del Rey Adrián.

—¿Solicito mi presencia mi lady? —María, una de sus damas se acercó a ella a paso lento

—Sí, ¿podrías ir a buscar a la señorita Catalina Broke?

Extrañada, pero sin comentar la mujer accedió.

La joven dama de la emperatriz y su tía organizaron su habitación con ayuda de unas criadas, Elisabeth reconocía la bondad de su emperatriz y quería pagarle de la misma manera su amabilidad.

Catalina no estaba muy contenta, era la dama, no la criada, por esa misma razón dejo de atender las labores que le había ordenado su tía, dirigiéndose a un sofá para descansar, un acto que molesto a su tía.

—¿Ahora qué haces? —la golpeo con un cojín

—Descanso, no tendría por qué hacer el trabajo de una mucama, no somos iguales —respondió cruzando sus brazos

Elizabeth pellizco su oído.

—No seas grosera, y no olvides que la emperatriz es muy amable al tenerte de dama, si yo fuera ella no escogería a un noble de bajo rango. Respeta.

No tuvo tiempo de responder, pues María había entrado a la habitación sin previo aviso, se dirigió hacia Catalina susurrándole las palabras que la mujer esperaba escuchar:

—Lady Eileen solicita su presencia.

—Es de mala educación susurrar frente a alguien, ¿qué pasa?

La dama enviada explico lo sucedido, seguido de esta acción, Catalina aceptó por petición de su tía ir con Eileen.

Se mantenía a margen, mirada puesta en el centro, postura firme, caminar elegante, todo lo que había aprendido para verse con la amante del emperador, al llegar a la habitación de la mujer le sorprendió verla tan alegre.

Con una sonrisa cálida, y con torpeza al caminar, la mujer de roja cabellera trato de abrazarla emocionada, pero basto de un gesto para detenerse, tomar sus manos, entrelazarlas entre sí para masajearlas con nerviosismo.

—Buenas noches, despulpe mi falta de educación, pero me llamo en un momento no tan indicado y convencional. ¿puedo saber el por qué? —preguntó, con un tono de voz sería y amenazante

—Yo, solo quería compartir una cena con usted

Desconfiando sobre la comida, observo a la mujer con intriga luego de analizarlo unos cuantos segundos, terminó aceptando su invitación asintiendo con la cabeza.

Eileen no se contuvo, dio pequeños saltos abrazando a la mujer, tomo su mano guiándola a la mesa con aquel manjar servido en bandeja de plata, con una de las mejores bajillas que tenían en la cocina.

Bajilla que era utilizada por los monarcas cuando había una reunión no tan importante, le impacto verla brillar en aquel plato, su único pensamiento era saber cómo aquella esclava logro conseguir autorización para brillar con ese acto de imprudencia.

—Esperó que esta cena sea de su agrado —mencionó amable y con un aire sereno

—Claro —respondió aburrida

Comió con cuidado y probaba con desconfianza, temía ser envenenada; tal vez estaba siendo prejuiciosa, aun así, no tenía dudas que detrás de esa cara inocente se escondía un demonio, no mencionaron palabra; comieron en silencio y desconfiando.

Tomo una copa de vino bebiendo los primeros sorbos.

—Me gustaría hablar con usted

Catalina arqueo una ceja dejando la copa a su lado.

—Sí, dígame

—Me podría decir cómo me acerco a la emperatriz —su voz sonó seria, pero su expresión era inocente

—Le diré algo, si quiere formar una amistad con ella realice actividades que le atraigan a la emperatriz. No llame mucho la atención, le molesta eso y lo más importante —bajo la voz—no se crea mucho, no se acerque a los invitados y asista a sus clases de etiqueta. Sí desea ser de buen agrado, no se involucre en temas que no le importan; así tal vez gane un poco de confianza —explico

La cena trascurrió como estaba prevista, no se presentaron inconvenientes, en muchas ocasiones tuvo que corregirla al momento de hablar, de actuar.

Al finalizar, cuando las luces del palacio fueron apagadas, Eileen estudiaba las palabras de Catalina, cada una de ellas sin falta alguna como si se tratara de un poema.

«Si soy cercana a la señorita Catalina, tal vez me ayude con la emperatriz; al fin y al cabo, ambas podemos ser unidas y satisfacer al hombre que amamos. Quien sabe, hasta nuestros hijos podrían volverse amigos y tratarse como verdaderos hermanos» pensó bajo la ilusión.

Eileen no fue la única con insomnio esa noche, Catalina también, estaba pensando seriamente en las palabras de la pelirroja. No estaba segura de ayudar a la amante del emperador; no era una mala idea. No tenía que ser solamente la dama de compañía de Alysa.

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En la mañana todo transcurrió normal, Alysa espera la llegada de unos arquitectos, se había arreglado para la ocasión, su cabello recogido, un vestido elegante y pocas joyas para no llamar la atención.

Su próximo proyecto lo había estado preparando hace ya tres meses; por cadencia de tiempo y por la búsqueda de una excelente mano de obra que hiciera su fantasía realidad, se había retrasado el proceso, no dejo de ver por la ventana.

Estaba ansiosa, una emoción que carcomía sus sentidos, llenaba su mente de ilusión al igual de preocupación; no sabía nada de ellos, y esperaba que la noticia no fuera trágica como siempre, deseaba saber más sobre el proyecto.

Cuando vio el carruaje, uno de los integrantes bajo con una maqueta de un edifico, Catalina los recibió con amabilidad guiándoles el camino a la oficina.

Escondió su sonrisa con tan solo notar la maqueta, se dirigió a un asiento cómodo esperando sus invitados, su corazón no dejaba de latir con emoción, se llevó las manos al pecho tratando de contener su alegría.

Tenía que recordar cómo funcionaba todo su sistema en momentos serios, aun mas cuando la puerta anuncio su presencia.

—Adelante

Al verla sentada bajo su majestuosidad, los dos hombres bajaron la cabeza haciendo una pequeña reverencia.

—Buen día, su majestad la emperatriz —dijeron ambos

—Buen día, por favor tomen asiento —señalo las sillas en frente de ella

Uno de ellos acato la orden, mientras el otro exhibía la maqueta con orgullo, con una sonrisa en su rostro.

—Su majestad, así quedaría la capilla Sixtina —el arquitecto observaba con orgullo

Catalina sonrió curiosa, era muy grande para ser solo una capilla, teniendo en cuenta que el terreno con el que contaba era de al menos unas ciento veinticinco hectáreas.

—Su majestad, la capilla se ve bien, pero ¿el terreno no es demasiado? —dudosa observaba cuidadosamente la maqueta

—Te equivocas Catalina, no es solo una capilla. Será un hospital, escuela, y tendrá un orfanato. Por favor agenda mi donación de este mes —lo observaba maravillada.

Los arquitectos calcularon el tiempo que les tomaría, y Alysa aceptó, pagó cierta parte del dinero y al día siguiente empezarían a construir. Catalina estaba organizando el último cheque que faltaba. El del orfanato que contaba con 25.000 monedas de oro.

«La emperatriz tiene un corazón de oro, hace donaciones de cantidades exageradas y las paga con su dinero. Es realmente digno de admirar, sin olvidar que adora ir a los hospitales y orfanatos a brindar su ayuda. A ojos de las personas de la nobleza está mal visto, pero los ciudadanos lo agradecen» sonriente le paso los cheques para que los firmara

Luego los entregó a los ministros de finanzas y sería ella quien se asegurará que el dinero llegara a sus destinatarios.

Con el dinero listo, Catalina estaba lista para salir, como tal, ella y un grupo de caballeros se encargaban de administrar el dinero que llegaría al orfanato, pero ese día, delante de los guardias Alysa camino en una hermosa forma de diamante.

Vestía un chaleco negro que en sus hombros tenía decoraciones doradas y bajaban por las mangas, sus pantalones blancos, las botas eran del mismo color de su chaqueta. Tenía un aspecto varonil, pero sus joyas se lo quitaban un poco, a su lado, Adrián la acompañaba y detrás de él estaba Marcus.

Catalina hizo una reverencia ante los monarcas.

—Majestad, agradezco enormemente que nos permitiera acompañarla —con calidez en su mirada se dirigió a ella con amabilidad

Catalina sorprendida buscaba alguna explicación, ya que lo que más le sorprendió no era la presencia del rey, sino, observar a Bennett desde la ventana relajado, como si nada.

Alysa subió al carruaje y Catalina le siguió, pronto la tropa salió y la expresión de Bennett cambió; estaba enojado y apretando sus puños, incómodo a su consejero, mensajeros, ministros y toda la junta imperial.

Solo su mala vibra se extendió por todo el salón.

—No entiendo su majestad, ¿es necesario que venga el rey con nosotras? —inquirió la dama

—Sí, quiero que conozca el imperio; además, no fui yo quien lo invitó —respondió quitándose los guantes que traía puestos

Catalina la observó confundida, si ella no lo había invitado, entonces... ¿Bennett lo hizo?, pero ¿había la necesidad de hacerlo?

Alysa se relajó sobre el asiento observaba algunos melodianos seguir sus labores.

Todo estaba en orden.

—Su majestad, ¿usted se siente cómoda al traer a su majestad el rey? —sus palabras la confundieron

—¿Qué quieres decir, Catalina?

Hizo una expresión complicada y no respondió, para Catalina fue un acto grosero y no debía hacerlo ya que estaría violando el protocolo; aun así, no sabía que contestarle, desvío su mirada y la ignoro.

Detrás de ellas, venían Adrián y Marcus, el rey tenía una sonrisa en su rostro y esto confundió a su acompañante. Verlo así de sonriente desde que salieron del palacio no era normal y quería indagar qué sucedía, que pasaba por su mente.

—Su majestad —fue una roca en su mente sacándolo de sus pensamientos —¿por qué está tan sonriente? —decido observar su expresión y ver qué tan probable era que le contestaba "Acaso no puedo estar feliz"

—¿No ves el día Marcus?, está soleado, las aves cantan, la gente está alegre, ¿por qué no debería estar sonriendo? —no dejó aquella sonrisa que le preocupo a su acompañante

Algo en su comportamiento no era normal, siguió con lo suyo, pero con la espina de que podría pasar, había estado sonriendo toda la mañana y sería una mentira decir que no le preocupaba su estado.

Pasó media hora y llegaron a su destino, un orfanato donde cincuenta niños convivían como hermanos, los mayores tenían quince años y eran los ayudantes de cuidar a los pequeños.

Al ver el carruaje, las directivas salieron y recibieron a la emperatriz con los brazos abiertos, ella bajó del carruaje junto con Catalina acercándose a ellas, se agacharon y abrieron sus vestidos. Sonrieron ante la presencia y dijeron:

—Bienvenida, a la ama y señora de estas tierras —Se levantaron, parándose derechas

Alysa las abrazo a cada una, y todas quedaron perplejas por su cálido contacto, melodiosa voz y buen carisma.

Ninguno de los nobles hacía eso, ni por lástima; que la emperatriz lo hiciera se sintieron conmovidas.

Adrián al ver lo que hacía sintió compasión y un poco de alegría, había escuchado en muchas ocasiones que un noble no debe tocar a un plebeyo, aun así, ella lo hacía como si se tratara de una persona conocida o un miembro de alto rango.

—Su majestad, ¿había visto algo como eso?

—No, jamás, pero siempre hay cosas nuevas por descubrir —se acercaba a ellas y se hizo a un lado de la emperatriz

Las presentes al verlo, sabían que debía tratarse de un noble, sus vestimentas no eran propias de un ciudadano y por eso hicieron una reverencia.

No sabían de quién se trataba, eso era un hecho, pero más que noble, él tenía que ser un superior, algo más que un duque, lord o político.

—Les presento a Adrián I Fernsby. Rey del imperio de las bestias divinas —lo presentó Marcus con elegancia, las presentes al escuchar su nombre temblaron un poco, pero lo disimularon

Pero la más vieja de ellas, se acercó a él y en un acto sorprendente tomó a Adrián de las mejillas y lo acercó a ella.

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