CAPÍTULO 31. Un animal enojado
CAPÍTULO 31. Un animal enojado
Samuel sintió como si lo estuvieran golpeando en pleno estómago con un martillo de demolición.
—¡¿Viste a Javier?! —preguntó echándose hacia adelante y deteniendo el camión de golpe.
—¡No, claro que no, no pudo ser Javier! —se corrigió Sergio encogiéndose de hombros—. ¿Cuándo en tu vida has visto a tu hermano trabajando en… cualquier cosa? ¿De verdad crees que estaría aquí, abriendo hoyos en el suelo con una pala para replantar árboles?
Y aunque se suponía que aquello lo tranquilizara, porque no había verdad más grande que esa, Samuel estaba tan tenso que tenía todas las alertas disparadas, y su mirada corrió ansiosamente sobre aquel campo, pero no fue capaz de encontrar ni una sola persona que se le pareciera a su hermano o indicio de él.
Encendió el camión nuevamente y se acercó a donde estaban los dueños y el jefe de aquel asunto. Samuel sabía que al señor Félix no le iba a hacer ninguna gracia verlo, pero también estaba seguro de que era lo suficient