—Ojalá su hija también pudiera disfrutar de todo esto, ¿no crees, Hannah? —mi sonrisa titubeó—. Si lo vemos así, Adam no es tan bueno como aparenta.
El abogado de mi esposo era de buen ver; alto, rubio y algunos años más joven que Adam. También era agradable; me había ayudado cuando intenté divorciarme, aún yendo en contra de su principal cliente.
Caminando sobre el césped, fui a su encuentro con una sonrisa. John me envolvió en un abrazo afectuoso.
—Sabine me dijo que vino a verlo, pero Adam se niega a reconocer a la bebé. ¿Qué tal estás tú?
Me alejé y sacudí la cabeza, exasperada.
—Adam se niega a aceptarla.
El abogado rodó los ojos y me mostró su portafolio.
—Tengo algunas propuestas que voy a mostrarle, aunque todas incluyen la pensión alimenticia que busca Sabine y el apellido que le corresponde a la niña. Eso no es negociable.
Bajé la mirada un momento y me miré las sandalias con gesto preocupado, porque sabía de antemano que Adam no aceptaría nada de eso.
—¿Piensas que tu marido